De la edición Septiembre/Octubre 2022 de la revista Discernir

La tentación de Cristo en el desierto: ¿qué podemos aprender?

Antes de comenzar su ministerio, Jesucristo fue tentado por Satanás 40 días en el desierto. ¿Qué lecciones podemos aprender de esta colosal batalla?

En nuestro artículo anterior, exploramos el contexto y la importancia de la tentación de Jesús.

Pero este evento no sólo es importante por su resultado, sino también por las lecciones que contiene. El ejemplo de Cristo es un poderoso estudio acerca de cómo vencer las tentaciones que nosotros enfrentamos en el presente. 

Satanás, el tentador

Primero, debemos reconocer que los esfuerzos de Satanás por tentar a Jesús, no cesaron después de esos cuarenta días en el desierto. La Biblia describe a Satanás como “el tentador” (Mateo 4:3; 1 Tesalonicenses 3:5). Tentar es parte de su naturaleza.

El tentador está muy activo, incluso ahora, y usa una gran variedad de métodos para atraernos hacia el pecado y alejarnos del camino de Dios.

El apóstol Pablo identificó tres grandes debilidades humanas que Satanás explota en sus esfuerzos por hacernos pecar: “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida” (1 Juan 2:16).

Estas tres tendencias humanas son casi siempre los objetivos de Satanás, e intentó usarlas contra Jesús en el desierto.

En el libro de Hebreos, leemos que Cristo fue “tentado en todo según nuestra semejanza” (Hebreos 4:15, énfasis añadido). Esto no significa que haya luchado contra el deseo de cometer todos los pecados humanos que podamos imaginar; significa que experimentó tentaciones en todas las áreas de la vulnerabilidad humana.

Dado que nosotros enfrentamos tentaciones constantemente, es fundamental estudiar cómo Cristo fue capaz de atravesar esas tentaciones “sin pecado” (v. 15).

El poder espiritual del ayuno

En el relato de Lucas, leemos que Jesús ayunó, o “no comió nada”, durante los 40 días en el desierto (Lucas 4:2).

{pull_qute_1}Jesús ayunó por una razón específica: para fortalecer su relación con el Padre humillándose a sí mismo. Él entendía que, para vencer las tentaciones de Satanás, necesitaba estar tan cerca del Padre como fuera posible. El ayuno es una herramienta poderosa para ayudarnos a “desatar las ligaduras de impiedad” (Isaías 58:6). Cristo no tenía ligaduras de impiedad que desatar, pero sabía que se vería enfrentado a la posibilidad de cometer impiedad.

Su estado debilitado le agregó relevancia a su encuentro y victoria. En lugar de enfrentar al tentador en el clímax de su fuerza y energía física, lo hizo en su momento de mayor debilidad —cuando estaba físicamente famélico (Mateo 4:2).

Pero el ayuno nos ayuda a acercarnos a Dios, que es una clave fundamental para resistir a la tentación (Santiago 4:7).

Para descubrir más acerca del poder y la importancia del ayuno, lea “Cómo debe ayunar un cristiano”.

La primera tentación: piedras en pan

La primera tentación de Satanás fue especialmente diseñada para explotar la débil condición física de Jesús: “vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (Mateo 4:3).

Dado que en ese momento la mayor vulnerabilidad de Jesús era su hambre, Satanás se enfocó en eso e intentó tentarlo para que usara su poder y autoridad y convirtiera piedras en pan. Apeló tanto a los deseos de la carne como a los deseos de los ojos. Su objetivo era lograr que Cristo deseara tanto un trozo de pan como para hacer un milagro y obtenerlo.

Jesús tenía la capacidad de hacer milagros, pero estaba decidido a usarla sólo para los propósitos de su Padre. Sus milagros fueron desinteresados, con el objetivo de beneficiar a otros y glorificar al Padre.

¿Obedecería Cristo a Satanás creando pan para sí mismo?

Su respuesta fue una cita de las Escrituras: “Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (v. 4).

En lugar de ceder o simplemente decir “no”, Jesús respondió con una escritura acerca de la necesidad de buscar a Dios primero y por encima de todo. Satanás intentó que Cristo se enfocara en lo que sucedía a nivel físico, pero Cristo mantuvo su enfoque en lo espiritual.

La segunda tentación: saltar de un edificio y confiar en Dios

Para su siguiente intento, Satanás transportó a Jesús a Jerusalén y lo puso en el punto más alto del templo. Muchos creen que fue en la esquina sudeste del edificio, que se elevaba unos 137 metros por sobre el valle de Cedrón (el equivalente a la altura de un rascacielos de 41 pisos).

Cuando Cristo miró la empinada pendiente, Satanás le dijo: “Si eres Hijo de Dios, échate abajo” (v. 6). Luego citó dos escrituras acerca de la protección de Dios (Salmos 91:11-12), incitando a Jesús a saltar y confiar en que Dios lo salvaría.

El problema fue que no sólo las escrituras estaban fuera de contexto, sino que además Satanás distorsionó por completo su significado. Esto nos muestra que Satanás conoce la Biblia y es hábil para tergiversarla.

Pero Cristo rápidamente se dio cuenta de su mal uso de las Escrituras y desmanteló su intento citando Deuteronomio 6:16: “No tentaréis al Eterno vuestro Dios”.

Las escrituras que Satanás citó eran acerca de confiar en la protección de Dios cuando nos encontramos en circunstancias peligrosas fuera de nuestro control. Pero ponernos en peligro intencionalmente y esperar que Dios nos proteja, es ponerlo a prueba.

Los cristianos deben confiar en Dios, pero nunca tentarlo. Dios espera que hagamos todo lo posible para vivir seguros, mientras confiamos en que Él nos protegerá de los peligros que no podemos controlar.

La tercera tentación: te daré todo si . . .

Cuando sus primeros dos intentos fallaron, Satanás decidió intensificar sus esfuerzos y tentar a Jesús con algo más que pan y la protección de Dios.

Esta vez, le ofreció… todo. Literalmente.

Llevó a Cristo a una enorme montaña “y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos” (Mateo 4:8). Esto incluiría el vasto Imperio Romano en occidente, el creciente Imperio Parto en oriente, e incluso la Dinastía Han que gobernaba China y Asia Central.

Luego le dijo que le daría toda su autoridad sobre la tierra… “si postrado me adorares” (Mateo 4:9, énfasis añadido).

La estrategia final de Satanás fue apelar a “la vanagloria de la vida” —el deseo de poder y gloria personal. Él podía hacer esa oferta legítimamente porque tiene dominio sobre la Tierra en este tiempo (2 Corintios 4:4; 1 Juan 5:19). (Pero dado que Satanás es naturalmente mentiroso, no sabemos si realmente hubiera cumplido su promesa.)

Obviamente, debe haber sido tentador para Jesús aceptar esa autoridad y corregir todos los males del mundo de inmediato. La oferta de Satanás también hubiera sido un atajo hacia su reinado que no requería de su sufrimiento y muerte.

Sin embargo, aceptar esa oferta implicaba quebrantar el primer y mayor mandamiento (Éxodo 20:3; Mateo 22:37-38).

Cristo está destinado a gobernar la Tierra, pero no debía iniciar su reinado en ese momento ni de esa manera. Cualquier cambio que pudiera hacer como rey temporal quedaría opacado en comparación a la transformación que realizará como Rey en el futuro Reino de Dios. Para descubrir más de este tema, lea “Rey de reyes y Señor de señores”.

Así que Jesús respondió: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (v. 10).

Al rechazar su último intento, Jesús venció definitivamente a su adversario. Tras ofrecerle a Cristo el mundo entero, Satanás no tenía nada más que ofrecer.

Simplemente leemos que el “diablo entonces le dejó” (v. 11).

Lecciones para los cristianos en la actualidad

El tentador sigue trabajando hasta ahora; aún nos bombardea con sus atractivas tentaciones.

Éstas son tres lecciones que podemos aprender del ejemplo de Cristo para combatir la tentación:

1. Acercarnos a Dios por medio de la práctica de las disciplinas espirituales. Las cuatro disciplinas espirituales básicas son la oración, el ayuno, la meditación y el estudio de la Biblia. Leemos que Jesús ayunó durante cuarenta días, pero sin duda su ayuno estuvo acompañado de oración y meditación (pensamiento enfocado) acerca de la Palabra de Dios.

Aunque físicamente Jesús estaba en su punto más débil, la práctica de las disciplinas espirituales le ayudó a estar en su máximo punto espiritual. Mientras más cerca estemos de Dios, más fortalecidos estaremos para enfrentar la tentación. Podemos ser fuertes en lo espiritual aun cuando estamos físicamente débiles (2 Corintios 12:10).

2. Jesús tenía la Palabra de Dios en su mente y corazón. Jesucristo respondió con las Escrituras ante cada propuesta lanzada por Satanás. Pudo hacerlo porque había leído, estudiado e interiorizado la Biblia. Aplicó el principio de Salmos 119:11: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”.

Mientras más tengamos la Palabra de Dios en nuestro corazón, más capaces seremos de usarla cuando la necesitemos.

3. Cristo rechazó el pecado rápidamente. En los Evangelios no leemos que Jesús se haya tomado su tiempo para evaluar las ofertas de Satanás. No pensó en sus opciones ni en los posibles beneficios del pecado. Se rehusó a permitir que las tentaciones se quedaran en su mente. Una de las palabras fundamentales que la Biblia usa cuando se trata del pecado es huir (1 Corintios 6:18; 10:14; 1 Timoteo 6:11; 2 Timoteo 2:22). En otras palabras, ¡corre!

No podemos permitir que la tentación permanezca en nuestra mente como una opción. Cuando identifiquemos el pecado por lo que es, debemos huir. Físicamente, eso significa irnos de su presencia. Mentalmente, significa eliminarlo como una opción posible.

La tentación en el desierto es uno de los períodos más importantes y más lleno de lecciones de la vida física de Jesús. Y dado que todos enfrentamos tentaciones a diario, deberíamos estudiar este encuentro para saber cómo resistir mejor al pecado y . . .

Andar como Él anduvo.

 

 

Recuadro: Lo que no debemos aprender de la tentación  en el desierto

Es importante que consideremos dos lecciones que no debemos sacar de esta confrontación.

  1. Aunque el ayuno es una clave importante para mantener nuestra salud espiritual, no debemos intentar un ayuno de 40 días. Simplemente sería peligroso para las personas de hoy intentar ayunar tanto tiempo, y muchos dañarían gravemente su cuerpo o morirían. La mayoría de los ayunos descritos en la Biblia duraron 24 horas, pero algunos duraron más. Si decide intentar un ayuno de varios días, considere profundamente cuáles son sus motivaciones para hacerlo y, posiblemente, consulte a su médico. Dios quiere que seamos espiritualmente fuertes para servirle con todas nuestras fuerzas y poder. No podemos hacer eso si estamos hambrientos y sin energía debido a un ayuno prolongado.
  2. Nunca debemos comprometernos verbalmente con el reino demoníaco. Aunque Jesús respondió a Satanás, sus respuestas fueron cortas y directamente de las Escrituras. Jesús no trató de razonar o conversar con Satanás. Si siente que los espíritus malignos lo están molestando, debe huir mentalmente de ellos, orar por liberación (Mateo 6:13) y buscar el consejo de un ministro de Jesucristo. Nunca trate de hablar o razonar con un demonio. El reino demoníaco es mucho más poderoso y astuto de lo que cualquiera de nosotros puede comprender, por lo que debemos acercarnos a Dios, que es mucho más poderoso.

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