El Evangelio de Juan es el único lugar donde se encuentran las siete afirmaciones “yo soy” de Jesús. ¿Qué son estas afirmaciones y que significan para los cristianos?
La tensión crecía con cada intercambio de palabras. Primero, Jesús había insinuado que estos judíos observantes, de alguna manera estaban esclavizados (Juan 8:31-33) y después Jesús sugirió que Abraham no era realmente su padre (v. 39). Para empeorar la situación, ¡afirmó que el diablo era el padre de estos hombres religiosos! (v. 44).
Poco después, Jesús dejó atónitos a estos judíos cuando les dijo: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó”. Incrédulos ante esta aseveración, los judíos le preguntaron a Jesús, cómo, siendo aún un hombre joven, podría haber interactuado con Abraham.
Jesús respondió, “Antes que Abraham fuese, yo soy” (v. 58).
Los ánimos ya estaban alterados, pero en ese momento los judíos tomaron piedras para apedrear a Jesús por blasfemia. ¡Entendieron claramente que Jesús estaba afirmando ser Dios!
“Yo soy” es el nombre de Dios
El nombre hebreo de Dios, con frecuencia transliterado como “Yahvé” o “Jehová” y normalmente traducido como “Señor” en la Biblia, tiene la “raíz que significa ser, llegar a ser” (The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible [Enciclopedia pictórica de la Biblia d
Entender “yo soy” como la expresión por medio de la cual Dios se identificaba ante a su pueblo, se remonta hasta Moisés y su experiencia con la zarza ardiente. Moisés estaba cuidando unas ovejas cerca al monte Horeb, “el monte de Dios” (Éxodo 3:1).
Dios se reveló a Moisés en medio de una zarza ardiente, la cual no se consumía a pesar de estar ardiendo (v. 2). Después de escuchar que él iba a ser utilizado para liberar a los israelitas de la esclavitud en Egipto, Moisés le preguntó a Dios su nombre.
En ese momento, “respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY” (v. 14). Luego Dios acortó la expresión y le dijo a Moisés que le dijera al pueblo, “YO SOY me envió a vosotros”.
Como explicamos en nuestro artículo “Los nombres de Dios”: Lo que Dios estaba diciendo es que Él es el Dios que simplemente es. No tiene fuente de origen, ni progenitor, ni principio. No procede de ningún lugar físico. Simplemente existe y siempre ha existido.
Entender por qué las palabras “yo soy” fueron significativas para los judíos del primer siglo es fundamental para comprender las siete afirmaciones “yo soy” en el Evangelio de Juan. Esto se debe a que la divinidad de Cristo es uno de lo temas más importantes de Juan.
El Evangelio comienza con unas palabras que evocan el primer capítulo de Génesis: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios” (Juan 1:1-2, énfasis añadido).
Juan no dejó ninguna duda acerca de a quien se estaba refiriendo cuando escribió “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (v. 14). (Si usted desea una explicación más detallada acerca de la identidad de Jesús como Dios, lo invitamos a leer “¿Jesús en el Antiguo Testamento?”.)
Es dentro de este contexto que podemos entender las siete afirmaciones “yo soy” de Jesús, que sólo registra Juan. Cada una de estas inusuales aseveraciones es una metáfora que Jesús utilizó para describirse a sí mismo y su rol ante sus discípulos, ante los lideres religiosos de la época y otros que lo escuchaban.
Todos comienzan con “yo soy”.
1. “Yo soy el pan de vida”
Jesús pronunció su primera afirmación “yo soy” a un grupo de hombres que habían presenciado un milagro extraordinario el día anterior. Jesús había alimentado a 5.000 hombres (además de las mujeres y los niños que los acompañaban) con sólo cinco panes y dos peces (Juan 6:9-10).
Durante la noche, Jesús había cruzado al otro lado del mar de Galilea, pero algunos de los que habían disfrutado de aquella maravillosa comida se dieron cuenta hacia dónde había ido. Cuando alcanzaron a Jesús, Él les dijo que estaban más interesados en la comida que les había provisto que en sus enseñanzas. Los animó a buscar “la comida que a vida eterna permanece” (v. 27).
Aunque estos hombres habían presenciado un milagro, querían algo más. Le recordaron a Jesús que sus “padres comieron el maná en el desierto” (v. 31) y le pidieron que se lo demostrara con una señal.
Acto seguido, Jesús estableció una diferencia entre el maná que Israel comió en el desierto y el “verdadero pan del cielo” que “da vida al mundo” (vv. 32-33). Los hombres pidieron este pan.
Fue entonces cuando Jesús dijo por primera vez: “Yo soy el pan de vida” (v. 35). Repitió esta afirmación una vez (v. 48) y luego la dijo una tercera vez con una expresión ligeramente diferente: “Yo soy el pan vivo” (v. 51).
Cuando Jesús dijo que Él era el pan de vida, estaba diciendo que Él era Dios y, por lo tanto, Él era la fuente de la vida.
2. “Yo soy la luz del mundo”
Jesús pronunció su segunda afirmación “yo soy” después de la fiesta de los Tabernáculos, y lo hizo dos veces. En cada caso, la aseveración se produjo en el contexto de la comprensión y aplicación de la ley de Dios.
El primer caso ocurrió mientras enseñaba en el templo (Juan 7:37; 8:1-2). Las autoridades religiosas trajeron a una mujer sorprendida en adulterio para poner a prueba a Jesús, para ver si cumplía la ley (v. 3). Jesús se dio cuenta de su hipocresía y los confrontó: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (v. 7).
Estos mismos escribas y fariseos se fueron alejando uno a uno mientras Jesús escribía en el suelo, hasta que Jesús se quedó a solas con la mujer acusada (vv. 9-10). En ese momento no había testigos, como exigía la ley. Jesús dejó ir a la mujer y luego dijo a la gente que seguía allí: “Yo soy la luz del mundo” (v. 12).
El segundo caso ocurrió cuando salía del templo. Jesús se encontró con un ciego de nacimiento, y los discípulos le preguntaron quién había pecado —el hombre o sus padres— para que naciera ciego (Juan 9:1-2). Esta pregunta puso de manifiesto que aceptaban una premisa si bien popular, pero falsa.
Muchos judíos del primer siglo asociaban la buena salud, la riqueza y la posición social con una manifestación del favor de Dios, pero consideraban la enfermedad, la pobreza y la posición humilde como indicaciones del desagrado de Dios. Jesús corrigió su interpretación, explicando que este hombre había nacido ciego para que “las obras de Dios se manifiesten en él” (v. 3).
Fue entonces cuando Jesús dijo: “Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo” (v. 5).
El contexto de ambos casos muestra a personas con una comprensión y aplicación de la ley erróneas. En los dos casos —la mujer sorprendida en adulterio y el hombre ciego de nacimiento— Jesús demostró un juicio justo. Él arrojó luz sobre los problemas.
En general, la luz y las tinieblas aparecen a lo largo de las Escrituras como símbolos del bien y del mal en general, pero también como símbolos de Dios y Satanás en referencias específicas. El profeta Isaías, por ejemplo, utilizó la imagen de un amanecer para describir la aparición de Dios y su bendición sobre su pueblo (Isaías 60:1-3).
Por eso el primer capítulo de Juan nos dice que la vida de Jesús “era la luz de los hombres” (Juan 1:4).
3. “Yo soy la puerta de las ovejas”
La tercera afirmación “yo soy” de Jesús recurre a la imagen pastoral. Las ovejas eran una parte importante de la economía y la cultura del antiguo Cercano Oriente, y el papel del pastor era una parte vital de ambas.
Por medio de estos siete “yo soy”, Jesús reveló su identidad como Hijo de Dios, recurriendo a terminología e imágenes bien conocidas del Antiguo Testamento que indicaban su divinidad.
Cuando no estaban pastando, las ovejas se encerraban en recintos para protegerlas de depredadores y ladrones. Algunos de estos recintos eran patios junto a las casas delimitados por muros de piedra. Otros eran cuevas.
Muchos carecían de puertas. En cambio, el propio pastor, o a veces un portero designado, permanecía en la entrada mientras las ovejas estaban en uno de estos rediles. A esto se refería Jesús cuando dijo: “Yo soy la puerta de las ovejas” (Juan 10:7).
Según El comentario bíblico del expositor, “El pronombre enfático singular ‘yo’ (ego) enfatiza que el pastor es el único que determina quién entra en el redil y quién queda excluido”.
A lo largo del Antiguo Testamento, el pueblo de Dios es descrito como ovejas, y sus líderes humanos, como pastores. Por ejemplo, Dios le dijo a David: “Tú apacentarás a mi pueblo Israel, y tú serás príncipe sobre Israel” (2 Samuel 5:2). David reconoció algo que es muy célebre: “El Eterno es mi pastor” (Salmos 23:1).
Así, con su afirmación de que Él era la “puerta de las ovejas”, Jesús se identificó tanto como el Protector del pueblo de Dios como la única forma de entrar en el redil. En esencia, para formar parte del rebaño de Dios, una persona debe pasar por Jesús (Hechos 4:12).
4. “Yo soy el buen pastor”
La cuarta afirmación “yo soy” está estrechamente relacionada con la anterior, tanto en significado como en contexto. De hecho, Jesús dijo: “Yo soy el buen pastor” (Juan 10:11, 14) justo después de decir: “Yo soy la puerta” (v. 9) por segunda vez.
Al llamarse a sí mismo el “buen pastor”, Jesús contrastó su liderazgo basado en el amor con el liderazgo egoísta de los fariseos, saduceos y otras autoridades religiosas de la época. También puede haber estado aludiendo a las condenas de los gobernantes de Israel en el pasado.
Antes de la destrucción de Jerusalén por parte de los babilonios y el consiguiente cautiverio del pueblo de Dios, Jeremías escribió: “¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño! dice el Eterno” (Jeremías 23:1).
El mismo problema existió después del exilio, como registró Zacarías: “Contra los pastores se ha encendido mi enojo, y castigaré a los jefes; pero el Eterno de los ejércitos visitará su rebaño, la casa de Judá, y los pondrá como su caballo de honor en la guerra” (Zacarías 10:3).
No obstante, en el Evangelio de Juan, Jesús va más allá de sus funciones como protector del pueblo de Dios y como único camino de salvación. Anuncia su muerte para ser sacrificado por nosotros.
Inmediatamente después de proclamarse a sí mismo como el buen pastor, Jesús dijo: “El buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). Este concepto es tan importante que lo repitió más de una vez, diciendo: “pongo mi vida por las ovejas” (v. 15) y “yo de mí mismo la pongo” (v. 18).
5. “Yo soy la resurrección y la vida”
Jesús hizo su quinta afirmación “yo soy” a Marta después de que su hermano Lázaro había muerto. Ella le había confesado que creía que Lázaro “resucitará en la resurrección, en el día postrero” (Juan 11:24). Jesús le respondió: “Yo soy la resurrección y la vida” (v. 25).
Jesús estaba especialmente unido a Lázaro, Marta y su hermana María (v. 5). Sabía de antemano que resucitaría a Lázaro, glorificando a Dios Padre y glorificándose a sí mismo (v. 4) al demostrar que tenía poder sobre la muerte, incluso cuando se acercaba su crucifixión.
Con Marta y María cerca, y mientras los curiosos observaban, Jesús se acercó a la tumba de Lázaro. Por el bien de las personas que estaban cerca, pronunció en voz alta una breve oración al Padre y luego ordenó: “¡Lázaro, ven fuera!”. (vv. 41-43).
Y Lázaro salió.
Jesús había resucitado a un hombre que llevaba muerto cuatro días (v. 39). No se podía confundir este milagro con otra cosa que no fuera un milagro. Y fue hecho, como Jesús había pedido en su oración, “para que crean que tú me has enviado” (v. 42).
La resurrección de Lázaro convenció a muchos judíos. Como resultado, las autoridades religiosas intentaron matar no sólo a Jesús, sino también a Lázaro (Juan 12:10-11).
Sólo Dios tiene el poder de dar y restaurar la vida (Génesis 2:7; Deuteronomio 32:39). Si usted desea estudiar más acerca de este tema, lo invitamos a leer nuestro artículo “La resurrección y la vida”.
6. “Yo soy el camino, y la verdad y la vida”
Cuando Jesús hizo su sexta afirmación “yo soy”, se dirigió sólo a sus 11 discípulos más cercanos (Judas ya se había marchado para traicionar a Cristo), diciendo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida” (Juan 14:6). Hizo esta afirmación finalizando la tarde, después del servicio de Pascua, sabiendo que sería crucificado al día siguiente.
Ninguno de los discípulos parecía comprender los peligros que se avecinaban, y ninguno estaba realmente preparado mentalmente para lo que sucedería. Por ejemplo, poco antes de esta aseveración, Jesús le había dicho a un escéptico Pedro que esa noche lo negaría tres veces (Juan 13:38).
Jesús comprendió que, tras su arresto y crucifixión, los discípulos estarían confundidos y asustados. Esta sexta afirmación del “yo soy” era un recordatorio de lo que debían tener en cuenta.
En primer lugar, Jesús mismo es el camino —el único camino— hacia el Reino de Dios. Casi al mismo tiempo de esta sexta afirmación, Jesús añadió: “Nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
La segunda parte de su afirmación se refería a la verdad. Después de la crucifixión, cuando los discípulos se sintieran tan desanimados que tuvieran la tentación de abandonar lo que habían aprendido, necesitarían recordar que Jesús es la fuente de la verdad.
Por último, en los sombríos días previos a su resurrección, quería que sus discípulos recordaran que Él es la fuente de la vida. Siguiendo fielmente sus enseñanzas, lo verían resucitado y recibirían la vida eterna. Si usted desea estudiar más a fondo esta frase, lo invitamos a leer: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida”.
7. “Yo soy la vid verdadera”
Parece que Jesús hizo su séptima y última afirmación “yo soy” mientras caminaba con sus discípulos desde el aposento alto en Jerusalén hacia el monte de los Olivos. Poco después de decir: “Levantaos, vamos de aquí” (Juan 14:31), dijo: “Yo soy la vid verdadera” (Juan 15:1).
El significado de esta metáfora quedó claro unos versículos más adelante, cuando Jesús exhortó a sus discípulos diciendo “permaneced en mí” (v. 4), y luego señaló que “Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”.
Esta metáfora recuerda las imágenes del libro de Isaías. En un pasaje profético, Isaías describe al pueblo rebelde de Israel y Judá como la viña de Dios (Isaías 5:1-7). En otro, describe al Mesías que vendría como un retoño que brota de la raíz de Jesé (Isaías 11:1).
Era importante que los discípulos recordaran esto. En los días venideros, serían probados como nunca lo habían sido mientras Jesús estuvo con ellos. Este “yo soy” les recordaba que debían permanecer fieles y que sólo si permanecían unidos a Jesús darían fruto.
Los siete “yo soy” y usted
Por medio de estos siete “yo soy”, Jesús reveló su identidad como Hijo de Dios, recurriendo a terminología e imágenes bien conocidas del Antiguo Testamento que indicaban su divinidad. También nos dio una comprensión más profunda de cómo ver su carácter y su papel, así como sus promesas a las personas llamadas a seguir sus pasos.
Lo que Jesús reveló en estas siete afirmaciones “yo soy” puede ayudarnos, como cristianos, a profundizar en nuestra relación con Él y con el Padre. Podemos sentir consuelo sabiendo que Él nos sostendrá y nos dará vida eterna, y podemos sentirnos alentados por la comprensión y la luz que derrama sobre este mundo oscuro.
También podemos estar seguros de que Jesús, que murió por nosotros, nos va a proteger y finalmente nos va a resucitar. No necesitamos vivir en medio de la confusión, sabiendo que Él nos ha trazado el camino a seguir, y podemos volver a dedicarnos a permanecer conectados a la vid verdadera.