¿Les prometió Cristo a los creyentes que después de su muerte, recibirían moradas en el cielo?

Jesús les dijo a sus discípulos: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2-3).
Algunos afirman que, “en la casa de mi Padre” se refiere al cielo. Que Jesús iba a preparar un lugar allí para sus discípulos —y por ende, para todos los creyentes. Pero al analizar las palabras de Cristo y el contexto, ¡veremos que se estaba refiriendo a algo muy diferente!
Una clave primordial para develar el propósito de Jesús yace en su conclusión: “vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”.
No debemos confundir esto con la doctrina relativamente reciente del rapto. La Biblia no nos enseña que la segunda venida de Jesús es simplemente “tomar y llevarse” a los santos para el cielo. Todo lo que está profetizado en el Antiguo Testamento y reiterado en el Nuevo Testamento afirma que cuando Él venga, se quedará.
Leamos estas irrefutables profecías acerca de la segunda venida de Cristo: “He aquí, el día del Eterno viene… Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos… y vendrá el Eterno mi Dios, y con él todos los santos… Y el Eterno será rey sobre toda la tierra” (Zacarías 14:1.4.5.9, énfasis añadido).
Los ángeles recordaron las palabras de Zacarías mientras los discípulos vieron al Cristo resucitado subiendo al cielo. “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11).
En toda la Biblia abundan las aseveraciones de que Cristo (el Mesías) va a regresar a la Tierra para reinar sobre el Reino de Dios. Lo invitamos a leer más acerca de este tema en “¿A qué lugar regresará Jesús?”. A pesar de ser muy aceptado en el cristianismo de hoy, el rapto no fue enseñado sino hasta principios del siglo XIX. Si usted desea conocer lo que dice y no dice la Biblia acerca del regreso de Jesús, lo invitamos a leer “¿Es el rapto una enseñanza bíblica?” y “Dejados atrás: la verdad - El rapto”.
Ahora veamos el significado de “en la casa de mi Padre”
La casa de mi Padre
Cuando Jesús dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay”, muchos asumen que Jesús les estaba diciendo a sus discípulos que Dios el Padre tiene una espléndida casa en el cielo que tiene muchas moradas —habitaciones y que Él [Jesús] iba al cielo a preparar las habitaciones para cada uno de sus seguidores.
Esta creencia está estrechamente relacionada con la suposición errónea de que el cielo es el destino final de los santos —que cuando los creyentes mueren, inmediatamente van al cielo. Contrario a esto, las escrituras enseñan consistentemente que cuando los verdaderos cristianos mueren, van a dormir en sus sepulcros hasta que Cristo regrese y los resucite a vida eterna para reinar junto con Cristo en el Reino de Dios en la Tierra. (Si esta información es nueva para usted, quizás no ha descubierto todo lo que la Biblia dice al respecto. Nuestro artículo “¿Qué es el cielo?” reúne todas las escrituras relevantes para que usted pueda corroborar lo que enseña la Biblia).
La casa de mi Padre —una referencia al templo
La frase: “la casa de mi Padre” se encuentra sólo dos veces en el Nuevo Testamento (Juan 2:16; 14:2). En ambas ocasiones Juan está citando a Jesús. Cuando Jesús la utilizó por primera vez, muestra que Jesús claramente se estaba refiriendo al templo que se encontraba en Jerusalén en ese entonces.
El primer uso que Él le dio a esa frase ocurrió cuando Él visitó el templo en la primera Pascua de su ministerio en la Tierra. Jesús sorprendió a los mercaderes inescrupulosos que estaban negociando ahí. Con el chasquido de un látigo, espantó a los animales que se estaban vendiendo y “esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas”. Cuando hizo esto, dijo, “Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado” (Juan 2:15-16, énfasis añadido).
¡No es posible malinterpretar a que se refería Cristo en esta ocasión! Claramente, “la casa de mi Padre” era el templo. Los discípulos estaban atónitos, al igual que los comerciantes, con las acciones de Jesús. Fue un acontecimiento extraordinario y muy significativo.
Juan escribió que se les recordó a los discípulos la profecía mesiánica: “Porque me consumió el celo de tu casa” (Salmos 69:9, énfasis añadido).
Teniendo en cuenta todo esto, parece lógico que “la casa de mi Padre” que se menciona en Juan 14:2 también se refiera al templo. Pero, ¿había “moradas” en el templo? De hecho, ¡si las había!
¿Moradas en el templo?
Una morada es una simple casa, vivienda o una residencia (Diccionario Merriam-Webster). La palabra griega para “morada” es mone. La Nueva Versión Internacional la traduce como “viviendas
La misma palabra se traduce como “morada” en Juan 14:23: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”.
Existían unos apartamentos o habitaciones construidas en las murallas del templo de Salomón. Los sacerdotes y levitas vivían en ellas; también las usaban como oficinas y cuartos de almacenamiento. Éstas son algunas de las referencias que se hacen de ellas:
- 2 Reyes 23:11 habla acerca del rey Josías mientras estaba quitando las imágenes idólatras que estaban “a la entrada del templo del Eterno, junto a la cámara de Natán-melec eunuco, el cual tenía a su cargo los ejidos”.
- 1 Crónicas 9:33 habla acerca de “cantores, jefes de familias de los levitas, los cuales moraban en las cámaras del templo”.
- 1 Crónicas 9:26 habla acerca de los cuartos de almacenamiento: “Porque cuatro principales de los porteros levitas estaban en el oficio, y tenían a su cargo las cámaras y los tesoros de la casa de Dios”.
- 2 Crónicas 31:11-12 registra que “mandó Ezequías que preparasen cámaras en la casa del Eterno; y las prepararon”. Estas cámaras eran para guardar “las primicias y los diezmos y las cosas consagradas”.
- Jeremías 35:4: “y los llevé a la casa del Eterno, al aposento de los hijos de Hanán hijo de Igdalías, varón de Dios, el cual estaba junto al aposento de los príncipes, que estaba sobre el aposento de Maasías hijo de Salum, guarda de la puerta” (énfasis añadido).
- Jeremías 36:10: “Y Baruc leyó en el libro las palabras de Jeremías en la casa del Eterno, en el aposento de Gemarías hijo de Safán escriba” (énfasis añadido).
El templo en los tiempos de Cristo también tenía esos aposentos. Los discípulos de Jesús seguramente estaban familiarizados con estas habitaciones (viviendas o residencias) en el templo. Por lo tanto, al parecer Jesús tenía en mente el templo cuando habló de nuevo acerca de “la casa de mi Padre” en Juan 14:2.
La casa de mi Padre —en el cielo
Como nuestro sumo sacerdote en el cielo, Él determina cómo cada uno de nosotros —de acuerdo con nuestra fidelidad hacía Él, nuestros talentos y nuestras habilidades— podemos encajar de la mejor manera en esos planes para el futuro (Hebreos 9:11).
Al mismo tiempo, Cristo dijo: “voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2), y regresó al cielo tal como se lo había dicho a sus discípulos con anterioridad. “Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir” (Juan 13:33).
Entonces, ¿tiene Dios una casa/templo en el cielo? Las indicaciones que encontramos en las escrituras corroboran que sí.
El libro de Hebreos nos explica que Jesús es ahora un “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” y que el tabernáculo erigido por Moisés “los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales” (Hebreos 8:2, 5). Además, se nos dice que Jesús “se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos” (v. 1).
Otras escrituras confirman que Dios tiene un trono en el cielo. Éstas son algunas de ellas:
- “Entonces él dijo: Oye, pues, palabra del Eterno: Yo vi al Eterno sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda” (1 Reyes 22:19).
- “El Eterno está en su santo templo; El Eterno tiene en el cielo su trono; Sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres” (Salmos 11:4).
- “El Eterno estableció en los cielos su trono, Y su reino domina sobre todos” (Salmos 103:19).
- “El Eterno dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo?” (Isaías 66:1).
La obra de Jesús en el cielo
Ahora, analicemos el significado de las palabras de Jesús cuando dijo: “voy, pues, a preparar lugar para vosotros
Con respecto a la promesa de Cristo en Juan 14:2, la Biblia habla acerca de la preparación del Reino de Dios y la Nueva Jerusalén.
- Jesús dijo, refiriéndose al tiempo después de su regreso a la Tierra y al momento en el que los pueblos serán juzgados: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 24:35, énfasis añadido).
- Después del reinado milenial de Jesús y de que todas las personas hayan tenido la oportunidad de entender el camino de Dios y escoger si vivir según ese camino y ser juzgados por esa decisión, Juan vio en visión una nueva ciudad descendiendo del cielo. “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (Apocalipsis 21:2, énfasis añadido).
Jesús, en sus enseñanzas, con frecuencia profundizaba en varios salmos, y es posible que lo estuviera haciendo en Juan 14. Veamos esta profecía acerca del milenio en Salmos 65:4: “Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, Para que habite en tus atrios; Seremos saciados del bien de tu casa, De tu santo templo” (énfasis añadido).
Así que, el mensaje de Jesús a sus discípulos fue consistente en las escrituras tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento. Como nuestro sumo sacerdote en el cielo, Él determina cómo cada uno de nosotros —de acuerdo con nuestra fidelidad hacía Él, nuestros talentos y nuestras habilidades— podemos encajar de la mejor manera en esos planes para el futuro (Hebreos 9:11).
Lugares en el Reino —no simplemente moradas, también tronos
Jesús les había hablado a sus discípulos en diferentes oportunidades acerca de la recompensa que eventualmente recibirían. En una ocasión, Pedro, hablando en nombre de los 12 apóstoles, le preguntó a Jesús: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28).
Esto era algo muy complejo para ellos en ese momento. Vendría una resurrección, regresar a la vida después de morir. ¡Esto per se, era un concepto maravilloso! Pero aún más, la nueva vida sería eterna —sin final. Ellos serían seres espirituales, no físicos. Nunca más estarían sujetos a envejecer, a herirse, a sufrir enfermedades o muerte.
¡Cada aspecto de las palabras de Jesús desafiaba la imaginación! No debe sorprendernos que Cristo tuviera que repetir la promesa poco antes de su muerte. De hecho, pasarían varios años antes de que sus discípulos comprendieran todas sus implicaciones.
Los discípulos creían que Jesús era el Cristo (el equivalente griego de la palabra hebrea Mesías) y que, por lo tanto, era el futuro “rey de Israel” (Juan 1:49). Pero ahí estaba Él prometiéndoles que ellos también serían reyes con Él en el Reino de Dios, después de que Él regrese para establecer ese gobierno en toda la Tierra.
El propósito de los comentarios de Cristo era animar a sus discípulos con respecto a las maravillosas responsabilidades que había guardado para ellos.
¡La promesa de gobernar en posiciones importantes de poder en el Reino venidero de Dios se aplica a todos los santos cuando Cristo regrese! La parábola de las 10 minas en Lucas 19:11-27 habla acerca de siervos fieles gobernando sobre ciudades y Apocalipsis 5:10 habla acerca de los santos gobernando como reyes y sacerdotes sobre la Tierra. Pablo escribió algo de manera similar: “Si sufrimos, también reinaremos con él [Cristo]; Si le negáremos, él también nos negará” (2 Timoteo 2:12). Si usted desea más información acerca de este tema, lo invitamos a leer nuestro artículo “Nacidos para ser reyes”.
El tiempo en el que los 12 apóstoles y otros fieles seguidores de Jesús van a recibir sus posiciones en el Reino de Dios, será cuando Jesús regrese a la Tierra.
Cuando Jesús regrese, los santos se levantarán de sus tumbas, serán transformados en seres espirituales y ascenderán al cielo para encontrarse con Él, pero Cristo entonces continuará su descenso a la Tierra y posará sus pies en el monte de los Olivos en Jerusalén (1 Corintios 15:50-52; 1 Tesalonicenses 4:16-17; Zacarías 14:1, 4). En este momento Jesús y sus fieles seguidores, cada uno con la responsabilidad que le hayan asignado, van a establecer el Reino de Dios en la Tierra (Apocalipsis 22:12).
La Nueva Jerusalén —el Padre viene a la Tierra
Después de que el Milenio y del plan de salvación de Dios para la humanidad llegue a su fin, nuevos cielos y nueva tierra van a reemplazar a los que estén en ese momento (Apocalipsis 21:1). La Nueva Jerusalén entonces va a “descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (v. 2, énfasis añadido).
Daniel profetizó que el Reino de Dios “permanecerá para siempre” (Daniel 2:44) y la Nueva Jerusalén será una continuación del Reino de Dios cuando Jesucristo “entregue el reino al Dios y Padre” (1 Corintios 15:24).
Con respecto a las dimensiones de la ciudad, “La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios [2.220 kilómetros]; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales” (Apocalipsis 21:16). Sin lugar a dudas, una ciudad de estas dimensiones podrá albergar a todos los fieles de Dios.
Apocalipsis 3:12 dice: “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”.
Por supuesto, en la Nueva Jerusalén no habrá un templo separado (como estructura), “porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero” (Apocalipsis 21:22).
Lo que es realmente asombroso acerca de la Nueva Jerusalén es que Dios el Padre vendrá a habitar con sus fieles (v. 3). Los creyentes no irán al cielo; Dios el Padre descenderá del cielo para habitar con su pueblo en esta ciudad santa.
El significado de “en la casa de mi Padre muchas moradas hay”
Hasta el momento, hemos visto claramente que en Juan 14:2-3 Jesús no les estaba diciendo a sus discípulos que Él iba al cielo a prepararles un lugar que recibirían cuando murieran. Entonces, ¿qué significaban sus palabras y por qué Él habló de las muchas moradas o habitaciones en el templo físico?
Jesús pronunció estas palabras con sus discípulos la noche anterior a su crucifixión. Sin duda, estaban bastante ansiosos acerca del futuro.
Los discípulos estaban desconcertados y desanimados porque Jesús les dijo que se iría de su lado (Juan 13:33), que sería asesinado (12:32-33), que uno de los doce lo iba a traicionar (13:21), que Pedro lo iba a negar tres veces (v. 38) y que todos se iban a dispersar cuando fuera arrestado (Mateo 26:31).
El propósito de los comentarios de Cristo era animar a sus discípulos con respecto a las maravillosas responsabilidades que había guardado para ellos. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Juan 14:1). Él se iba a ir para hacer unos preparativos para el futuro e iba a regresar para recibirlos consigo.
En cuanto a la referencia al templo y sus muchas moradas (habitaciones), la remodelación del segundo templo (también llamado templo de Herodes) en Jerusalén fue el principal proyecto de construcción que se llevó a cabo en aquella época.
Hacía poco que los discípulos habían visitado “los edificios del templo” y habían visto las enormes piedras que se habían utilizado para el Templo del Monte (Marcos 13:1; Mateo 24:1). Con la reciente visita al templo, aun vívida en sus mentes, Jesús comparó las habitaciones del templo físico con las responsabilidades y posiciones de liderazgo que sus fieles seguidores recibirían en su Reino a su regreso a la Tierra.
En resumen, Jesús estaba animando a sus discípulos al manifestarles que tendrían responsabilidades en su Reino y que Él las iba a preparar para ellos y que recibirían esta promesa cuando Él regresara a la Tierra. Como dijo Jesús: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apocalipsis 22:12).
Las implicaciones de sus enseñanzas son muy importantes para nosotros también. Jesús dijo que en el Reino de su Padre habrá un lugar para cada uno de nosotros si respondemos a la guía amorosa de Dios y sus mandamientos. Lo invitamos a estudiar más acerca de este Reino que pronto vendrá, en nuestro folleto gratuito, “El misterio del Reino”.