“Dios te salve María llena eres de gracia el Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.
Cada día, millones de católicos alrededor del mundo recitan esta oración comúnmente conocida como el “Ave María”. Este rezo es parte de una secuencia mayor de rezos conocida como el “rosario”, cuyo nombre proviene de una palabra en latín que significa “corona de rosas”. Según la tradición, cada vez que se reza un rosario, la cabeza de María es coronada con rosas en el cielo.
El rosario completo consta de más de 200 “Ave Marías” y 20 “Padre nuestros” intercalados con otras frases y oraciones. Los devotos tradicionalmente rezan un cuarto de rosario al día, incluyendo cinco de los 20 “misterios”.
Para no olvidar dónde van en su letanía, los católicos se guían con un collar de cuentas. Muchos papas han adoptado esta práctica, tal como (supuestamente) lo hizo María. La creencia es que, en 1917, María se les apareció a tres niños en Fátima, Portugal, y uno de sus mensajes recurrentes en seis apariciones distintas fue que la humanidad debía recitar el rosario todos los días para alcanzar la paz mundial.
¿Por qué los católicos le oran a maría?
Si usted no es católico, tal vez se pregunte de dónde viene esta enseñanza. En su libro My Catholic Faith [Mi fe católica] (una explicación básica pero detallada de la doctrina católica) el Obispo Louis La Ravoire Morrow escribe:
“Rendimos honor especial a la Bendita Virgen porque ella es la Madre de Dios, y nuestra Madre. Dios la ha exaltado sobre toda la creación y su intercesión es más poderosa que la de cualquier otro santo. Así como ningún hombre le rehúsa un favor a su madre, Dios no le rehúsa ninguna petición a María” (p. 198).
El Catecismo de la Iglesia Católica además explica:
“En efecto, con su asunción a los cielos, [María] no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna ... Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora”.
En pocas palabras, se cree que María fue llevada al cielo antes de morir (“la Asunción”) y que ahí fue coronada y exaltada como reina del cielo, donde sigue cumpliendo su función como madre de Dios. También se cree que Cristo atiende devotamente cualquier favor que ella le pida, y por lo tanto las oraciones son más efectivas si se hacen a través de ella como mediadora.
Sin embargo, esto no es lo que la Biblia enseña. Obviamente los católicos no creen que las Escrituras sean la única autoridad para dictar doctrina, pues también le atribuyen esa autoridad a la iglesia y piensan que Dios les ha revelado verdades que no están en la Biblia.
¿Qué dice la Biblia al respecto? Analicemos tres razones bíblicas por las que no debemos orarle a María:
1. María no está en el cielo
La práctica de orarle a María se basa en la premisa de que ella y todos los otros santos están en el cielo. En 1950, el Papa Pío XII declaró ex cathedra (es decir, se considera infalible) que “la Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, habiendo terminado el curso de su vida en la Tierra, fue asumida en cuerpo y alma a la gloria celestial” —una aseveración sin fundamento bíblico.
En tanto la ascensión de Cristo fue un evento importantísimo que la Biblia describe vívidamente (Hechos 1:9), las Escrituras no dicen nada acerca de la ascensión de María, porque es algo que nunca sucedió. De hecho, la Biblia dice claramente que “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (Juan 3:13); y además revela que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez” (Hebreos 9:27). Todos los seres humanos que han muerto serán resucitados después de que Cristo regrese a la Tierra (Juan 5:28-29).
La verdadera María fue una sierva de Dios que murió como todos los humanos antes y después de ella. Ahora María duerme en su tumba esperando la resurrección que ocurrirá cuando Cristo regrese (1 Corintios 15:51-52; 1 Tesalonicenses 4:16). Y dado que “los muertos nada saben” (Eclesiastés 9:5), ella no puede escuchar las miles de oraciones que se le hacen todos los días.
Para descubrir más acerca de la enseñanza Bíblica en cuanto a la muerte, lea nuestro folleto gratuito El último enemigo: ¿Qué sucede realmente después de la muerte?
2. La biblia dice que debemos orarle al padre
La oración no es un tema tangencial en la Biblia. De hecho, existen miles de pasajes bíblicos que contienen las palabras “oración”, “orar” y “oró”. Pero si estudiamos los muchos ejemplos de los fieles en las Escrituras —desde Abraham (Génesis 20:17) hasta Pablo (2 Timoteo 1:3; Filemón 1:4)— no encontraremos una sola vez en que le hayan orado a alguien que no fuera Dios.
En cierta ocasión, los discípulos le preguntaron a Cristo cómo orar y Él les dio instrucciones muy claras (Mateo 6:5-13; Lucas 11:1-4). Primero les dijo que la oración debía hacerse en privado, y luego, que no debían usar “vanas repeticiones” (Mateo 6:7). Lamentablemente, hoy en día gran parte del cristianismo tradicional ignora ambos principios.
Cristo continuó diciendo “Vosotros, pues, oraréis así” (v. 9).
Note que no les dio formatos múltiples, como oraciones para su madre o los santos, sino un solo modelo; y ese modelo era una oración dirigida al “Padre nuestro que estás en los cielos”.
Para más detalles acerca de la enseñanza bíblica en cuanto a la oración, lea nuestro artículo “¿Oramos de la forma en que Jesús nos enseñó?” en VidaEsperanzayVerdad.org.
3. Jesucristo es el único mediador entre dios y los hombres
Debemos confiar en que la Biblia dice la verdad: Dios el Padre es todopoderoso y Cristo es nuestro amoroso y tierno “Abogado” para con Él (1 Juan 2:1). Usted puede orarle directamente al Padre en el nombre de Jesucristo con la seguridad de que Él tiene “sus oídos atentos” a las oraciones de los cristianos fieles (1 Pedro 3:12).
Luego de ascender al cielo, Jesucristo se convirtió en nuestro “sumo sacerdote” celestial (Hebreos 4:14-15). El libro de Hebreos explica claramente que debemos orarle al Padre “por medio de él [Cristo]”, porque Él “vive siempre para interceder por [nosotros]” (Hebreos 7:25, Nueva Versión Internacional).
Pablo además dijo que “hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Si analizamos todas las escrituras que hablan acerca de esta responsabilidad de Cristo, veremos que siempre denotan singularidad: Cristo es el único Mediador entre el Padre y los seres humanos (Hebreos 8:6; 9:15; 12:24).
Debemos confiar en que la Biblia dice la verdad: Dios el Padre es todopoderoso y Cristo es nuestro amoroso y tierno “Abogado” para con Él (1 Juan 2:1). Usted puede orarle directamente al Padre en el nombre de Jesucristo con la seguridad de que Él tiene “sus oídos atentos” a las oraciones de los cristianos fieles (1 Pedro 3:12).
Orarle a María (o a cualquier otro santo), por otro lado, es una práctica infructuosa que contradice tanto la enseñanza de Cristo como el ejemplo de muchos hombres y mujeres fieles de la Biblia.
La perspectiva correcta acerca de maría
Si usted entra a una iglesia católica, se encontrará con una serie de estatuas y pinturas que veneran la supuesta imagen de la madre de Jesús (aunque probablemente esa imagen se parece muy poco a una mujer judía del primer siglo). Actualmente, existen cuatro “dogmas Marianos” en la teología católica (vea la infografía de la página 29) y se está intentando incluir un quinto: María como corredentora (la creencia de que María tiene un papel junto a Cristo en la redención de la humanidad).
Pero si estudiamos a la María de la Biblia, veremos que nunca se le dio tal importancia ni recibió las oraciones de nadie. María fue una sierva de Dios escogida para llevar al Mesías en su vientre, aun cuando ella misma necesitaba la redención de sus pecados. Fue una mujer que tuvo más hijos después de Jesús y que presenció la brutal tortura y ejecución de su Hijo primogénito.
Fue una mujer que probablemente continuó siendo un pilar en la Iglesia del primer siglo, pues aunque la Biblia no da detalles, no hay ninguna indicación de que no siguiera en la fe durante el resto de su vida. Fue una mujer que murió y ahora espera en su tumba la resurrección.
En cierto momento de su ministerio, Jesucristo fue interrumpido por una mujer que exclamó: “Bienaventurado el vientre que te trajo” (Lucas 11:27). Pero la respuesta de Jesús fue: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (v. 28).
En vez de orar o venerar a María, ¡deberíamos seguir su ejemplo de una vida dedicada a escuchar y obedecer la Palabra de Dios!
Si desea saber más, lea “La verdadera María” y “¿Debemos orarle a los santos?”, en VidaEsperanzayVerdad.org