¿Qué caracteriza a la llamada “oración del pecador”? ¿Debemos nosotros orar de esa manera? Si es así, ¿dónde encontramos ejemplos bíblicos de esta clase de oración —oraciones de arrepentimiento?
Cuando era joven, ocasionalmente veía los sermones de un telepredicador que concluía sus mensajes invitando al público a entregarle su vida a Cristo. Aunque mi familia ya era cristiana en ese entonces, yo respetaba a ese hombre por animar a su audiencia a arrepentirse de sus pecados.
Pero lo que me intrigaba es que, al final del servicio, el predicador les pedía a quienes pasaban al frente que repitieran una versión de lo que llamaba “la oración del pecador”. Esta breve oración (de unas cuatro o cinco frases) incluía una admisión de pecados y el compromiso de aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador.
Según el telepredicador, este proceso le había permitido acercar a miles de personas a Jesús.
“La oración del pecador” era algo desconocido para mí. Así que, siguiendo la instrucción bíblica de “[examinarlo] todo” y “[retener] lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21), me puse a investigar. Lo que encontré me mostró una faceta diferente del tema.
Éstas son algunas preguntas relacionadas que vale la pena analizar.
¿Necesitamos arrepentirnos de nuestros pecados?
Obviamente, la respuesta es ¡sí! Esto es una parte fundamental del evangelio. Cuando Cristo comenzó a predicar el mensaje del Reino de Dios dijo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15, énfasis añadido).
En otra ocasión, cuando le hablaron a Jesús acerca de algunas personas que habían muerto en tragedias terribles, Él preguntó: “¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:4-5, énfasis añadido).
Y luego de ser resucitado, también les encomendó a sus discípulos que “se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47, énfasis añadido).
Como dice Romanos 3:23, “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”; y esto por supuesto no fue una nueva revelación cuando Pablo lo escribió. Incluso en los tiempos del Antiguo Testamento, las personas sabían que “no hay hombre que no peque” (1 Reyes 8:46; 2 Crónicas 6:36; Eclesiastés 7:20).
Entonces, es claro que todos necesitamos ir a Dios en oración para expresarle nuestra tristeza, arrepentirnos (comprometernos a cambiar) y buscar su perdón.
¿Necesitamos reconocer a Jesucristo como Señor y Salvador?
Otra vez, la respuesta es ¡sí! Pablo escribió: “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10).
En el primer siglo, reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios era un paso controversial y fundamental para convertirse al cristianismo. Y hoy en día, aceptar que Jesús es nuestro Señor —a quien debemos obedecer— es igualmente un acto de fe importante (Mateo 7:21-23).
¿Cómo debe orar un pecador?
La “oración del pecador”, también llamada oración de salvación, no se encuentra en la Biblia. Es un término acuñado por el cristianismo evangélico que al parecer se originó en la Reforma Protestante para describir el primer paso de la conversión cristiana.
Desde entonces, muchos predicadores e iglesias han creado sus propias versiones de esta oración para que las personas la repitan. Quienes lo hacen (o dicen “Amén” después de que alguien más pronuncia las palabras) luego son bienvenidos con una frase similar a “usted ahora es salvo”.
Pero ¿qué dice la Biblia al respecto? Dos de los mejores ejemplos bíblicos de este tipo de oración se encuentran en Salmos 51 y Daniel 9.
La oración de arrepentimiento del rey David tras cometer adulterio con Betsabé comienza con las siguientes palabras: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí” (Salmos 51:1-3).
Si lee el resto del capítulo, verá que David sigue derramando su corazón ante Dios con una actitud de arrepentimiento y reflexión. También le animamos a estudiar la oración de Daniel en Daniel 9. Éste es otro ejemplo de una oración muy reflexiva y profunda.
Además, note cómo Cristo describe la oración del publicano en una de sus parábolas: “el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13). Sus palabras fueron pocas, pero sin duda muchas cosas pasaban por su mente.
¿Se requiere más que una oración de arrepentimiento?
En su sermón del día de Pentecostés, Pedro dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38, énfasis añadido).
Hacer una profunda oración personal de arrepentimiento es un buen comienzo para convertirse al cristianismo. Pero se requiere más que eso.
Hacer una profunda oración personal de arrepentimiento es un buen comienzo para convertirse al cristianismo. Pero se requiere más que eso. El Espíritu Santo, que se da por medio de la imposición de manos cuando una persona se arrepiente de sus pecados y se bautiza, nos da el poder para vivir de la manera que Dios quiere. Necesitamos la ayuda del Espíritu para enfrentar las pruebas, tentaciones y dificultades que surgirán en nuestra vida y pondrán a prueba nuestra relación con Dios.
¿Qué tan a menudo deberíamos hacer oraciones de arrepentimiento?
¿Es suficiente con admitir que somos pecadores una vez? ¿Necesitamos volver a arrepentirnos? Algunos piensan que basta con hacer la oración del pecador una vez en la vida para ser un cristiano por siempre sin la necesidad de volver a arrepentirse. Pero ¿es así?
El apóstol Pablo admitió que, si bien su deseo era obedecer a Dios, a veces hacía exactamente lo opuesto (Romanos 7:15). Asimismo, las personas que actualmente se comprometen a obedecer a Dios a veces tienen dificultades para evitar el pecado. ¿Qué debemos hacer cuando pecamos? ¡Orar! Una oración de arrepentimiento.
Como Juan explicó: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:8-10).
La verdadera “oración del pecador”
¿Qué nos dice la Biblia entonces? Claramente, los pecadores deben orar, ¡y todos hemos pecado! Debemos hacer oraciones de arrepentimiento constantemente, pero en ninguna parte de la Biblia encontramos una “oración del pecador” prescrita.
El verdadero arrepentimiento es muy personal; nos conmueve profundamente al darnos cuenta de que nuestros pecados nos responsabilizan de la muerte de Jesucristo. Es un sentimiento que “compunge el corazón” (Hechos 2:37) y nos lleva a dirigirnos a Dios en una oración personal y sincera, no repitiendo una oración corta que alguien más escribió.
Éste sin duda es un tema fundamental que cambia nuestra vida. Descubra más en nuestro artículo “¿Cómo debemos arrepentirnos?” y en nuestro folleto gratuito ¡Cambie su vida!