Cuando Jesús envió a sus discípulos al mar, se encontraron con una fuerte tormenta y una figura caminando sobre el agua. ¿Qué aprendieron de esa experiencia?
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Tras alimentar milagrosamente a más de 5.000 personas, Jesús envió a la multitud a sus casas y les dijo a sus discípulos que navegaran hasta el otro lado del Mar de Galilea. Pero, en lugar de ir con ellos, Cristo “subió al monte a orar aparte” (Mateo 14:23).
Juan explica que Jesús se apartó porque presentía que la gente quería tomarlo por la fuerza y proclamarlo rey de Israel (Juan 6:15). Y no sería una proclamación simbólica, sino una que hubiera iniciado una violenta revuelta judía contra Roma.
Dado que ésa no era su voluntad ni la razón por la que vino a la Tierra, Cristo detuvo la potencial revuelta desapareciendo en las montañas por un rato. Además, usó ese tiempo lejos de la multitud para orar al Padre y tal vez pedirle su guía sobre cómo evitar esa situación en el futuro.
Jesús tuvo que usar mucha sabiduría para asegurarse de que su ministerio no terminara antes de tiempo al ser tomado por quienes querían iniciar una rebelión militar contra Roma.
Comienza la tormenta
Cuando los discípulos habían remado unos 5 o 6 km hacia el interior del Mar de Galilea (que tiene unos 13 km en su punto más ancho), un fuerte huracán golpeó el mar y su bote fue “[azotado] por las olas” (Mateo 14:24). Esto ocurrió “a la cuarta vigilia de la noche” (versículo 25), es decir, entre 3 y 6 de la mañana.
Los discípulos ya habían experimentado una tormenta similar y habían visto cómo Jesús la calmó de inmediato con una sola orden. Ahora se encontraban en la misma situación pero Jesucristo, aparentemente, estaba muy lejos de ahí.
Tal vez tenían miedo de que, sin Jesús cerca para salvarlos, el bote se volcaría y ellos se ahogarían.
Una silueta sobre el agua
Mientras intentaban mantener el bote a flote en medio del viento y las olas, los discípulos vieron una figura caminando hacia ellos sobre el agua.
“Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos le veían, y se turbaron” (Marcos 6:49-50, énfasis añadido). Mateo agrega: “Y dieron voces de miedo” (Mateo 14:26, énfasis añadido).
La palabra griega traducida aquí como “fantasma” es phantasma, que puede describir una aparición, un espectro, un espíritu o una imagen mental. Algunas traducciones simplemente dicen “un espíritu”.
Si bien es tentador proyectar el significado moderno de “fantasma” (el alma de una persona muerta) en esta escritura, es poco probable que ésa haya sido la causa del temor de los discípulos. Dado que crecieron en la cultura judía y fueron instruidos por Jesús, creer en las almas de los muertos y tener miedo de ellas no era algo que hubieran aprendido.
Lo más probable es que hayan usado ese término para describir a un espíritu demoníaco.
En el pasado se habían encontrado con varios demonios durante sus viajes con Jesús, y lo habían visto ejercer autoridad absoluta sobre el mundo demoníaco. Entonces, cuando vieron la silueta caminando hacia ellos sobre el agua, tal vez llegaron a la conclusión de que un demonio se acercaba para lastimarlos, aprovechando que Cristo no estaba con ellos.
“No teman”
Antes de que tomaran una decisión apresurada, Jesús les habló para mostrarles que la figura sobre el agua era nada menos que su Maestro: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” (Mateo 14:27, énfasis añadido).
Cuando enfrentamos algún peligro o tenemos miedo, podemos orar y pedir por estas tres cosas: valentía, la presencia de Dios y la fuerza para encarar la situación sin paralizarnos por el miedo.
La presencia de Jesús les aseguró a los discípulos que todo saldría bien. Pero Cristo también quería enseñarles que Dios conoce nuestras necesidades incluso antes de que se las mencionemos (Mateo 6:8). No necesitaba estar con ellos en el bote para conocer su problema. De hecho, Marcos dice que, mientras Jesús aún estaba en tierra, a kilómetros de distancia, milagrosamente los vio “remar con gran fatiga” (Marcos 6:48).
Éste es un recordatorio de la omnisciencia de Dios, su habilidad perfecta para ver y saber todo, en todo momento (Hebreos 4:13). A través de su conexión con el Padre, Jesús sabía lo que pasaba fuera de los límites de sus sentidos humanos.
Pedro sale del bote
Cuando escuchó la voz de su Maestro, Pedro fue el primero en responder: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (Mateo 14:28).
Al ver que Jesús hacía otra cosa físicamente imposible (caminar sobre el agua), Pedro le pidió la misma habilidad. Jesús ya había compartido varios elementos de su poder en otras ocasiones, como la capacidad de sanar y echar demonios, así que ahora Pedro estaba pidiendo caminar sobre el agua también. Jesús le respondió: “Ven” (versículo 29).
Pedro se agarró del borde de la embarcación, pasó ambos pies por encima de él y puso todo su peso sobre el agua, confiando en que lo sostendría con tanta firmeza como la tierra.
Y así fue.
Es fácil criticar a Pedro sabiendo lo que ocurrió después, pero debemos recordar que todos los demás discípulos permanecieron en el bote. Solamente Pedro tuvo el valor para pararse en el agua y, al menos momentáneamente, confió en que Dios le permitiría hacer lo imposible.
Pero ese valor sustentado por su fe duró poco tiempo.
Tras dar algunos pasos, sus sentidos físicos tomaron el control. Pedro miró a su alrededor, apartó la atención de su Maestro y la fijó en los peligros de la tormenta y la imposibilidad de caminar sobre el agua.
“¿Por qué dudaste?”
“Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!” (versículo 30).
Aunque Pedro no tuvo la fe necesaria para seguir caminando sobre el agua, aún confiaba en que Cristo se mantendría firme y podía ayudarlo.
Entonces, viendo que ahora la vida de Pedro corría peligro, “Jesús, extendiendo la mano, asió de él”; y mientras lo sostenía firmemente, le hizo una pregunta desgarradora: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (versículo 31).
Inusualmente, Pedro no tenía una respuesta.
No cabe duda de que el apóstol recordó y meditó en esa pregunta durante el resto de su vida —y nosotros deberíamos hacer lo mismo.
Cristo sacó a Pedro del agua, ambos subieron al bote e inmediatamente la tormenta paró y las aguas se calmaron nuevamente.
Como hemos mencionado en artículos pasados, cada vez que Cristo entraba en una escena de caos, el efecto de su presencia era la restauración de la paz y la calma, lo cual ilustra el impacto que tendrá su presencia cuando regrese a la tierra (Isaías 9:7).
Aunque no sabemos exactamente quiénes estaban en el bote con Pedro, al parecer algunos de ellos aún dudaban de la identidad de Cristo, pero después de este evento, lo aceptaron y adoraron como el Hijo de Dios (Mateo 14:33).
La fe que hace posible lo imposible
Este incidente ocurrió durante un período del ministerio de Jesús en que su enfoque era entrenar a sus discípulos. El propósito de sus palabras era ayudar a Pedro y a los demás a entender la importancia de reemplazar el miedo y la duda con fe y valentía. Necesitaban aprender que, cuando tenemos una fe firme en el poder de Dios, las cosas que parecen físicamente imposibles se vuelven posibles.
También debían aprender que lo imposible debe estar en consonancia con la voluntad de Dios. Pedro caminó sobre el agua únicamente porque lo pidió y Cristo lo permitió. Pero eso no significaba que podría caminar sobre el agua siempre que lo deseara y tuviera la fe suficiente.
Poco después, Jesús reiteró la lección diciendo: “si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible” (Mateo 17:20).
Sin embargo, aunque Dios fácilmente podría permitir que una persona mueva una montaña (así como permitió que un hombre caminara sobre el agua), sólo lo haría si eso sirviera a su voluntad y propósito.
La Biblia está llena de ejemplos en que Dios hizo lo imposible, como abrir las aguas, hacer llover pan del cielo o darle a la gente la capacidad de hablar idiomas que nunca habían aprendido. Pero hizo todos esos milagros únicamente cuando fue necesario y estaba acorde con su voluntad.
Dios no está interesado en los espectáculos. Lo que realmente busca son personas que vivan fielmente de acuerdo con su camino y voluntad.
Lo más importante que debemos buscar no es la habilidad de caminar sobre el agua, sino la fe para. . .
Andar como Él anduvo.