Vivimos en una era de barbaridades en la que cada año ocurren cosas más destructivas y exasperantes. ¿Cómo quiere Dios que reaccionemos? ¿Cómo evitar que nuestra indignación nos haga colapsar?
Todos los días suceden cosas horribles y deplorables en el mundo, y todas merecen nuestra indignación.
Algunas de estas historias alcanzan a recibir la atención de los medios, pero muchas otras simplemente pasan inadvertidas. Sería imposible siquiera dimensionar la enormidad de la maldad que hay en el mundo. ¿Cuántas historias individuales se esconden tras las estadísticas de abuso infantil, trata de personas, violencia, crueldad, injusticia, crímenes de guerra, discriminación, corrupción y homicidios?
Los efectos de un mundo malo sobre el pueblo de Dios
Dios sin duda se enoja mucho a causa de los pecados que están llevando al mundo al borde de la autodestrucción, y también espera que su pueblo “[gima] y [clame] a causa de todas las abominaciones” (Ezequiel 9:4; consulte el artículo de VidaEsperanzayVerdad.org “¿Por qué está Dios enojado con Estados Unidos?”).
Sin embargo, como bien explicó el apóstol Pedro, ver tantas atrocidades indignantes podría terminar por afectar a quienes se esfuerzan por vivir según los principios de Dios. Un ejemplo de esto es el justo Lot, quien fue “abrumado por la nefanda conducta de los malvados” y “afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos” (2 Pedro 2:7-8).
Los males que nos rodean pueden desalentarnos, deprimirnos e incluso fatigarnos. ¿Cómo evitar que nos influyan negativamente o enfríen nuestro amor (Mateo 24:12)? ¿Qué espera Dios que hagamos para perseverar hasta el final (v. 13)?
Pedro también explica que la clave está en tener el enfoque correcto. Como demuestra el ejemplo de Lot: “sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio” (2 Pedro 2:9).
En otras palabras, debemos confiar en que Dios está a cargo y que Él solucionará todo.
Cómo evitar la fatiga
¿Quiere Dios que estemos constantemente indignados, al punto de la frustración o el agotamiento? No. La Biblia demuestra que Él tiene un plan mucho más equilibrado para nuestro crecimiento y bienestar espiritual. Dios obviamente espera que rechacemos el mal, no que escondamos la cabeza en la arena o que lo aceptemos, pero también quiere mucho más para nosotros. Él quiere, por ejemplo, que desarrollemos el fruto de su Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23).
Un consejo que Pablo les dio a los filipenses es especialmente útil para quienes se sienten oprimidos por las malas noticias que nos rodean: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios” (Filipenses 4:6).
El primer paso para estar tranquilos es reconocer que Dios está a cargo y que, por lo tanto, no tenemos de qué preocuparnos. Podemos acercarnos a Él de corazón y pedirle con ahínco por nuestra seguridad y la liberación del mundo entero a través del regreso de Jesucristo.
Además, aunque pudiera parecer extraño dar gracias en momentos así, la gratitud es un elemento fundamental para tener la perspectiva correcta. Si queremos orar con fe y sin preocupaciones, nos será muy útil recordar las bendiciones que tenemos y cómo Dios nos las ha dado. También podemos estar agradecidos por el hecho de que Dios pronto pondrá fin al horrible sufrimiento de este mundo.
La respuesta de nuestro Creador a nuestras oraciones será más maravillosa de lo que podamos pedir o imaginar: “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7). Nuestra mente a veces se convierte en un campo de batalla, pero Dios nos ofrece el escudo que necesitamos para salir victoriosos, si obedecemos sus mandamientos.
Finalmente, las órdenes para nuestro enfoque mental continúan en el versículo 8: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.
Descubra más acerca de este poderoso mensaje en nuestros artículos “En esto pensad” y “Meditación cristiana”.
Su misión personal
Poner nuestra fe en Dios no significa ignorar los males de la sociedad. No significa dejar de hacer lo que esté a nuestro alcance, primeramente por sacar la maldad de nuestra propia vida, y segundo, ayudar a aliviar el sufrimiento de otros cuando podamos.
Pablo le dijo a la Iglesia: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9-10).
En un mundo malvado y lleno de problemas sin solución humana, la fatiga y el agotamiento son naturales, pero con un enfoque correcto de fe y confianza en el Dios de la esperanza, podemos escapar de la frustración y la impotencia. Podemos descansar y tratar de apresurar la única solución verdadera que pronto traerá nuestro Libertador, Jesucristo.
En el entretanto, sigamos esforzándonos por hacer el bien, empezado por la Iglesia de Dios, ya que las necesidades que más conocemos son las de nuestros hermanos y ellos son nuestra responsabilidad familiar (1 Juan 3:17; 4:20). Con lo que sucede afuera nuestra ayuda quizá sea sólo un granito de arena, pero también debemos hacer lo mejor que podamos.
Por otro lado, Dios le encomendó a la Iglesia hacer el bien de la forma que Él considera más importante y efectiva: predicar las buenas noticias de su Reino venidero (Mateo 24:14) e “[ir], y [hacer] discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19-20; consulte nuestro artículo “¿Cuál es la misión de la Iglesia?”).
La misión de prepararnos para el Reino de Dios en un territorio que está bajo el control del enemigo no es para los débiles. Sin embargo, Dios promete darnos la fuerza que necesitamos para vencer el agotamiento.
“El Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra… No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas… los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:28-31).
Con ese enfoque, con esa fuerza, podemos vencer la fatiga por indignación y cumplir la misión que Dios tiene para nosotros.
Descubra más en nuestro folleto gratuito El Misterio del Reino.