La meta continua de todo cristiano es crecer espiritualmente. Sin embargo, ¿cómo se mide el crecimiento espiritual? Para medir el crecimiento, ¿no necesitamos un instrumento de medición?
¿Cuánta fe tenemos usted y yo? ¿Cuánto hemos crecido espiritualmente? ¿Cómo debe medirse el crecimiento espiritual?
Análisis cualitativo versus cuantitativo
A muchos les resulta más fácil hacer una evaluación cuantitativa a nivel físico (basada en la letra de la ley) que una evaluación cualitativa a nivel espiritual (basada en el espíritu de la ley). Al evaluar nuestro crecimiento espiritual, podemos caer en la trampa de pensar cuantitativamente en lugar de cualitativamente.
Con respecto a las leyes de Dios, las partes cuantitativas tienden a ser más fáciles. A menudo, la letra de la ley es vista como cuantitativa, mientras que los valores de la ley son vistos como cualitativos. Hay respuestas de sí/no (cuantitativas) para muchas de las leyes de Dios: ¿Robó? ¿Asesinó? ¿Mintió? ¿Diezmó? Sin embargo, ¿cómo se miden valores (cualitativos) como: ¿Es usted justo...? ¿Ama a los demás? ¿Es honesto?
A manera de analogía, los profesionales de la medicina han intentado resolver un dilema cualitativo reduciendo la intensidad del dolor a un número. “En una escala del 1 al 10, ¿cuánto dolor siente?”
¿Sería apropiado este enfoque para medir el crecimiento espiritual? En una escala del 1 al 10, ¿cuánto ha crecido?
Los médicos han encontrado útil la escala de dolor, y una escala de 1 a 10 podría ser útil en una evaluación general de nuestro nivel de fe o crecimiento espiritual. Pero, ¿hay algún peligro en implementar exclusivamente este método?
Medirnos a nosotros mismos
Ciertamente, se nos exhorta a examinarnos regularmente, particularmente antes de la Pascua (1 Corintios 11:28). La manera en que nos medimos a nosotros mismos debe abordar aspectos específicos. Por ejemplo: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Corintios 13:5).
También se nos advierte acerca de cómo medimos a los demás: “Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido” (Mateo 7:2).
¿Cómo debemos medirnos a nosotros mismos?
Veamos un ejemplo bíblico. Hoy en día la mayoría de la gente no piensa en esta ley, pero entre aquellos que reconocen que Cristo y la Iglesia del Nuevo Testamento continuaron guardando el séptimo día —el sábado, surgen varias preguntas.
A lo largo de los años, como ministro, a menudo me han preguntado si está bien hacer alguna tarea específica durante el sábado. Básicamente, el que hace la pregunta está usando una escala de dos puntos (sí/no) para medir la solemnidad del sábado.
Ciertas sectas de judíos han desarrollado una escala extremadamente detallada de sí/no que abarca 39 categorías de actividades que ellos creen que deberían ser prohibidas en el día sábado. Por ejemplo, encender o apagar un fuego. Dado que consideran que la chispa creada por la electricidad es fuego, incluso prohíben encender o apagar los interruptores de la luz. Estas reglas van mucho más allá de lo que la Biblia ordena.
Pero, ¿realmente se puede quebrantar el sábado (cualitativo) en una serie de decisiones de sí/no (cuantitativas)? Si esa es su única medida, el énfasis se desvía de “y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe” (Mateo 23:23). Como Jesucristo dijo, debemos hacer ambas cosas.
¿Realmente se le puede poner un número a los valores cualitativos?
¿Qué tal si usamos la popular escala del 1 al 10? Hay docenas de áreas específicas de crecimiento espiritual.
Tomemos, por ejemplo, el Quinto Mandamiento de honrar a los padres. Si se utiliza una escala del 1 al 10, podría parecerse a la gráfica que encontrarán a continuación. Cuando se ve así, parece una forma unidimensional de evaluar la relación con los padres.
¿Cómo califica usted el honrar a los padres? ¿Utiliza sus instintos? ¿Está relacionado con la frecuencia con la que se reúne con ellos? ¿Con qué frecuencia llama? ¿O les ayuda?
En la historia de la ofrenda de la viuda (Lucas 21:1-4), Cristo mostró lo fácil que es usar la escala equivocada. La escala de generosidad usada por la mayoría de la gente en los tiempos de Cristo era la cantidad de dinero que se daba. Pero Cristo lo evaluó con base en el porcentaje de ingresos dado. Si Cristo estuviera usando la escala del 1 al 10, la viuda habría recibido un 10. Aquellos que dieron mucho pueden haber pensado que merecían un 10, pero Cristo dijo que en realidad estaban hacia el otro extremo de la escala.
Claramente, tratar de medir su crecimiento con una escala numérica puede ser muy engañoso. ¿Existe un buen instrumento de medición?
Un seguimiento de su crecimiento
El crecimiento a lo largo del tiempo podrá tomar la forma de una U invertida.
Por lo regular, la etapa temprana del crecimiento espiritual es rápida. Todo es nuevo, el entusiasmo es alto y hay mucho que aprender. Sin embargo, con el tiempo la curva de crecimiento tiende a nivelarse y puede estancarse. A medida que enfrentamos tiempos de prueba nuestro crecimiento ocasionalmente retrocede y es ahí donde comienza de la U invertida. Probablemente esta declinación es común entre todos nosotros de vez en cuando.
Es en estos momentos cuando nos enfrentamos a un punto decisivo. Podemos aprender de la prueba, iniciando una nueva etapa de crecimiento, o permitir que el desánimo nos domine y nos haga retroceder por el camino de la U invertida.
Entonces, ¿cómo mantenemos la curva de crecimiento con una pendiente positiva? Una forma es concentrarnos en nuestras debilidades, donde hay mucho espacio para crecer a medida que las superamos.
No caiga en la trampa de pensar que el crecimiento es sólo un número o una casilla para marcar. Es una cuestión de calidad, no sólo de cantidad. Es un proceso que dura toda la vida.
Intuitivamente, a menudo hacemos todo lo contrario y nos centramos en nuestras fortalezas. Tendemos a descartar nuestras debilidades creyendo: “Nunca he sido bueno en eso”. Ese enfoque no sólo limita nuestro crecimiento, sino que puede fácilmente convertir nuestras fortalezas en debilidades como el orgullo.
David creció con el tiempo
Veamos el ejemplo del rey David. Primero, tengamos en cuenta sus fortalezas: fe (Hebreos 11:32), celo (Hechos 13:22), sinceridad y humildad (plasmada a través de los Salmos), coraje (1 Samuel 23:1-2, 3-5, entre muchos ejemplos) y firmeza (Salmos 57:7). Se aferró a estas fortalezas hasta lograr un crecimiento notable, pero a veces también flaqueó.
Su humildad se convirtió en orgullo cuando decidió censar de la nación (2 Samuel 24:1-2, 3-4). Tenía un historial de violencia que le impedía a Dios permitirle construir el templo. Y, por supuesto, su firmeza con las leyes de Dios se convirtió en desobediencia cuando sucedió el incidente con Betsabé. Cada una de estas fallas marcó un descenso en la curva de crecimiento de David.
Sin embargo, no se dejó derrotar por el desánimo. Se arrepintió profundamente, renovó su compromiso con Dios y lo superó hasta el final.
Nuestro instrumento de medición
No se puede vivir en la mitad de la curva de crecimiento. O crece o decae hasta morir (Juan 15:2; Lucas 3:8-9, 10-13). No caiga en la trampa de pensar que el crecimiento es sólo un número o una casilla para marcar. Es una cuestión de calidad, no sólo de cantidad. Es un proceso que dura toda la vida.
Y hay una vara de medición perfecta: Jesucristo. La Biblia está llena de las acciones y ejemplos de Cristo con los que podemos medirnos. Aquí están algunos de los más importantes:
- “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2:21, énfasis añadido).
- “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34, énfasis añadido).
- “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” (Juan 15:10, énfasis añadido).
- “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:5-7, énfasis añadido).
- “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13, énfasis añadido).
- “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30, énfasis añadido).
Pablo exhortó a los cristianos a medirse a sí mismos con base al estándar establecido por Jesucristo (Efesios 4:13). Este es un estándar que no podemos alcanzar por nosotros mismos, pero podemos recibir la ayuda de Dios. A través del arrepentimiento, el bautismo y al recibir el Espíritu Santo, podemos tener la mente de Cristo en nosotros. Podemos empezar a pensar y actuar más y más como Él.
Al comunicarnos con Dios (por medio de la oración), estudiar sus instrucciones (la Biblia) y hacer lo que Él dice, podemos crecer hacia la estatura de Cristo.
Para más información acerca del proceso de conversión, estudie nuestro folleto gratuito, ¡Cambie su vida! Si desea profundizar en la autoevaluación y el crecimiento, vea los artículos:
- “El verdadero cristianismo: personas imperfectas que luchan por la perfección”.
- “Siete pasos para vencer el pecado”.
- “Cómo crecer en fe”.
- “¿Viviendo los Diez Mandamientos —o simplemente obedeciendo?”.