La historia de un pueblo que vagó por el desierto contiene lecciones significativas para quienes hoy se sienten perdidos y sin rumbo.
Crédito de la imagen: Imagen proporcionada por Delpixart a través de Getty Images
¿Es usted una de las muchas personas que se sienten aisladas en la actualidad? ¿Puede el peregrinaje polvoriento de un antiguo pueblo estar relacionado con su vida?
Los israelitas estuvieron cuarenta años vagando por el desierto. ¡Pero no tenía que ser de esa manera! Examinemos a esos antiguos peregrinos y consideremos las lecciones que tienen para nuestra vida.
Un pueblo esclavo
La historia del antiguo Israel es épica y conmovedora. Israel, el nombre que Dios le dio a Jacob (Génesis 32:22-28) tenía doce hijos. Uno de ellos, José, fue vendido como esclavo y terminó en Egipto. A través de una serie de sucesos increíbles, José llegó a ser el segundo al mando en Egipto, justo debajo del faraón (Génesis 39-41).
Por solicitud de José la familia extendida de Israel se ubicó en un área en Egipto llamada Gosén, durante una época de una hambruna muy importante (Génesis 42-46). Por algún tiempo, sus descendientes fueron prósperos: “los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra” (Éxodo 1:7).
Pero cuando “se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José” (v. 8), el faraón se sintió amenazado por el posible poder militar de los israelitas. La solución del faraón a esta amenaza potencial fue esclavizarlos (vv. 9-14).
Liberación
Dios orquestó una serie de milagros para salvar a los israelitas de la esclavitud (lo invitamos a consultar nuestro artículo “Una mirada más profunda a las 10 plagas” si desea más información al respecto).
Dios redujo sistemáticamente todas las estructuras religiosas, sociales y económicas de Egipto hasta arruinarlas.
Como resultado: “los egipcios apremiaban al pueblo, dándose prisa a echarlos de la tierra; porque decían: Todos somos muertos” (Éxodo 12:33).
Y mientras salían, Moisés le dijo al pueblo: “Tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto, de la casa de servidumbre, pues el Eterno os ha sacado de aquí con mano fuerte; por tanto, no comeréis leudado” (Éxodo 13:3).
Más que la libertad
Dios tenía grandes planes para aquellos esclavos que habían sido liberados.
Dios le dijo a Moisés: “y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel” (Éxodo 3:8).
La intención de Dios era doble:
- Liberarlos.
- Llevarlos a una tierra en la que fluía leche y miel.
Había un propósito detrás de la liberación. El propósito de Dios era guiarlos a la Tierra Prometida. Dios planeaba guiarlos personalmente: “Y el Eterno iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche. Nunca se apartó de delante del pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego” (Éxodo 13:21-22).
El plan que Dios tenía para ellos era que se asentaran en una tierra maravillosa, donde podrían vivir como ejemplos del camino de vida de Dios. Eso era lo que debería haber caracterizado el viaje de Israel. Este propósito le daba significado al día a día de los desafíos y realidades de la migración por el desierto.
La pérdida del propósito
Tristemente, tal como la historia lo revela, la mayoría de los israelitas perdieron de vista el propósito de Dios. La vida diaria, con sus responsabilidades, frustraciones y un trabajo que percibían como algo gravoso, comenzó a eclipsar su visión del propósito de Dios.
Este propósito fue rápidamente sobrepasado por sus circunstancias físicas.
Tan sólo treinta días después de dejar la esclavitud atrás, “toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano del Eterno en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud” (Éxodo 16:2-3).
Su vida como esclavos había sido difícil: “amargaron su vida con dura servidumbre” (Éxodo 1:14). Un mes después de haber sido liberados, los israelitas se estaban quejando, llorando y lamentándose por su suerte en la vida.
Empezaron a fantasear acerca de su antigua vida como esclavos y se convencieron a sí mismos de que no había sido tan mala.
Las quejas por el hambre eran seguidas también por el agua, el liderazgo y Dios mismo. Quejarse se convirtió en su camino de vida.
Muchos olvidaron el propósito del viaje —heredar la tierra prometida— y empezaron a mirar atrás a la esclavitud.
Comienzan a vagar por el desierto
Estaba tan disminuida su apreciación del propósito de Dios que cuando finalmente llegaron a la Tierra Prometida, se negaron a entrar y, sorpresivamente, exigieron regresar a Egipto.
“Y se quejaron contra Moisés y contra Aaron todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos!¡Y por qué nos trae El Eterno a esta tierra para caer a espada y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto?” (Números 14:2-4).
¡Imagíneselo, ellos estaban ávidos de poder regresar a la esclavitud!
“Entonces el Eterno dijo: Todos los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto, y me han tentado ya diez veces y no han oído mi voz, no verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá” (vv. 22-23).
En vez de esto, los israelitas estuvieron 40 años vagando en el desierto hasta que la generación que había perdido de vista el propósito de Dios murió (vv. 27-30).
Pablo resumió los errores trágicos de aquellos que perecieron en el desierto: “y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto” (1 Corintios 10:3-5).
A medida que los israelitas se distanciaban cada vez más del propósito de Dios, comenzaron a desviarse en busca de otras actividades para llenar el vacío. Pablo menciona su deseo por cosas malas, su idolatría, inmoralidad sexual y la tendencia a quejarse (vv. 6-10).
La importancia para el momento actual
Si bien la historia de los israelitas es trágica e interesante, ¿es importante para usted?
Pablo utilizó esa figura del peregrinaje de Israel por el desierto como una metáfora de la vida cristiana (vv. 1-2). E hizo énfasis en la importancia de su historia para los cristianos:
- Estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros (v. 6).
- Para que [nosotros] no… (v. 6).
- Todas esas cosas les acontecieron como ejemplo (v. 11).
- Están escritas para amonestarnos a nosotros (v. 11).
La familia humana moderna, tiene mucho en común con aquellos antiguos peregrinos. Con certeza, nosotros también tenemos una predisposición a vagar. Hay muchas cosas que debemos aprender de esa historia.
Un propósito para todos
En la misma forma en que Dios tuvo un propósito para los israelitas, Él tiene un propósito para cada uno de nosotros. Él nos revela ese propósito en la Biblia.
Dios tiene un extraordinario futuro reservado para la humanidad —algo muchísimo más grande en tamaño e impacto de lo que la Tierra Prometida física significaba para los israelitas.
El propósito de Dios es llevar a aquellos que respondan a este llamamiento al Reino de Dios.
Increíblemente, en el momento de la creación Dios definió y declaró que Él había creado la familia humana a su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27). Dios creó a los seres humanos con el potencial de formar parte de su familia y está activamente “trayendo muchos hijos e hijas a la gloria” (Hebreos 2:10).
Si desea explorar más acerca de este propósito increíble lo invitamos a descargar nuestro folleto: “El propósito de Dios para usted”.
Un plan en marcha
Dios ha puesto en marcha un increíble plan de liberación para poder llevar a cabo el propósito que tiene para nosotros.
Dios envió a su Hijo Jesucristo para que muriera por todos los pecados de la humanidad (Romanos 5:8-11; 1 Corintios 5:7). El sacrificio que Jesús ofreció fue para liberarnos de la esclavitud del pecado.
Pero la liberación es sólo una parte del plan para cumplir plenamente su propósito —traer hijos e hijas a su familia— Dios ofrece a quienes se arrepienten, emprender un camino de crecimiento espiritual que dura toda la vida y conduce al Reino de Dios (Romanos 8:5-14; 1 Pedro 1:6-9).
Este increíble plan se describe en el ciclo de días santos anuales de Dios. Para más información lo invitamos a descargar nuestro folleto “Las fiestas santas de Dios: Él tiene un plan para usted”.
Deje de vagar
Los humanos buscan toda clase de cosas. En todo el mundo las personas buscan fama, fortuna, prestigio, aclamación, notoriedad, influencia —vagando de logro en logro o de búsqueda en búsqueda— en una búsqueda desesperada de sentido y significado.
Estas búsquedas han demostrado ser insuficientes para saciar nuestro deseo de propósito. ¿Se ha encontrado a usted mismo vagando en esta vida en busca de significado, propósito y dirección?
¿Está usted cansado, saturado o exhausto de competir sin límites por dinero, ascensos, estatus, etcétera?
Aquellos que son llamados por Dios pueden dejar de vagar por el desierto ahora (Juan 6:44; Hebreos 9:15). Si esto le llama la atención, asuma el propósito de Dios para usted y comience a seguirlo. Examine, estudie y aplique lo que la Biblia enseña.
Para dejar de vagar y dedicarse a un propósito verdadero en la vida, estudie el proceso bíblico que se explica a continuación en nuestro folleto gratuito “¡Cambie su vida!”.