En medio de la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill inspiró a su nación a perseverar. ¿Qué pueden aprender los cristianos de su famoso discurso acerca de “Nunca te rindas”?

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Winston Churchill, famoso político, oficial militar y escritor británico, murió el 24 de enero de 1965 a la edad de 90 años. Ahora, 60 años después, el mundo aún le debe mucho por haber sido el líder del Reino Unido contra Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Su ingenio, sabiduría, escritos y discursos contribuyeron a su éxito en los esfuerzos por fortalecer a un pueblo atribulado.
En uno de esos discursos, Churchill habló de un aspecto del carácter que sigue siendo importante hasta hoy. Su famoso discurso, en el que pronuncia la frase: “¡Nunca te rindas!”, fue dicho en la escuela Harrow el 29 de octubre de 1941.
Esto ocurrió al principio de su primer período como primer ministro. Churchill asumió el puesto el 10 de mayo de 1940, el mismo día en que Hitler inició su invasión a Francia, Bélgica y Holanda. Tras la derrota de Francia en junio, la Luftwaffe alemana comenzó a atacar al Reino Unido sin piedad. La batalla aérea, conocida como la Batalla de Gran Bretaña, duró aproximadamente tres meses y medio, desde el 10 de julio hasta el 31 de octubre de 1940.
El régimen alemán había planeado invadir Gran Bretaña esperando que el país buscara un acuerdo de paz al ver la caída de Francia y el brutal ataque alemán sobre la isla. Pero Churchill animó a su país a seguir luchando, con discursos inspiradores para recuperar la moral. La incapacidad de Alemania para destruir a la fuerza aérea británica y sacar a la nación de la guerra fue su primera gran derrota durante la Segunda Guerra Mundial.
Nuestra batalla es contra nuestra propia naturaleza humana y la presión de este mundo para ignorar los mandamientos justos de Dios (Romanos 8:6-8).
Poco antes del primer aniversario de la victoria británica en la Batalla de Gran Bretaña, Churchill se dirigió a la facultad y los estudiantes reunidos en la escuela Harrow. Y, con los eventos recientes en mente, pronunció sus conocidas palabras:
“Sin duda, ésta es la lección que hemos aprendido durante los pasados diez meses: nunca te rindas, nunca te rindas, nunca, nunca, nunca —en nada, grande o pequeño, grandioso o insignificante— nunca te rindas excepto a las convicciones de honor o buen juicio. Nunca cedas a la fuerza; nunca cedas al aparentemente abrumador poder del enemigo”.
Nuestra batalla
Los cristianos también nos encontramos en medio de una gran batalla. Pablo animó a Timoteo a “[sufrir] penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2 Timoteo 2:3) y se describió a sí mismo y a sus hermanos como “compañeros de milicia” en servicio a Dios (Filipenses 2:25; Filemón 1:2). No debemos ser egoístamente obstinados, pero sí debemos ser firmes en nuestra batalla espiritual (Efesios 6:12).
Nuestra batalla es contra nuestra propia naturaleza humana y la presión de este mundo para ignorar los mandamientos justos de Dios (Romanos 8:6-8). Satanás, el adversario de Dios y los hombres, engaña a la mayoría de la humanidad haciéndole creer que vivir como nos plazca, apartados de Dios, es el mejor curso de acción.
Hablando acerca de esta influencia de Satanás, Juan explica que “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19). Más tarde, cuando se encontraba en la isla de Patmos, también escribió: “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás… engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).
Los intentos de engaño de Satanás alcanzan a todos, pero no todos caen. Existen unos pocos que no se rinden. Quienes siguen a Jesucristo fielmente, atienden el consejo de someterse a Dios y resistir al diablo (Santiago 4:7).
Pedro ilustró esto con la experiencia de Lot en Sodoma. Notó que Lot era “abrumado por la nefanda conducta de los malvados” y “afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos” (2 Pedro 2:7-8).
Desde el comienzo de la historia humana, Dios ha buscado a personas que no cedan ante la presión de desobedecer sus mandamientos.
Cuando Dios estaba en el proceso de permitir que Judá cayera en manos del Imperio Babilónico, se lamentó diciendo: “busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé” (Ezequiel 22:30).
Ejemplos inspiradores de Daniel y sus amigos
Aunque Dios permitió que las antiguas naciones de Israel y Judá cayeran por la desobediencia de la mayoría de sus habitantes, también hay ejemplos inspiradores de personas que permanecieron fieles a Dios a pesar de las difíciles circunstancias.
Los ejemplos de Daniel y sus tres amigos, Sadrac, Mesac y Abed-Nego nos enseñan profundas lecciones acerca de cómo nosotros también podemos permanecer fieles a Dios en medio de las dificultades.
La historia bíblica de Daniel y sus amigos comienza cuando ellos, probablemente aún en la adolescencia, fueron tomados cautivos y llevados a Babilonia en la primera de tres olas de deportación de judíos (Daniel 1:1-4; Jeremías 52:28-30).
En Babilonia, capital del Imperio Babilónico o Caldeo, los jóvenes fueron entrenados en la lengua y la cultura de los caldeos para servir al rey y a su imperio.
Desarraigados de su tierra natal, enfrentaron una presión inmensa para conformarse a las costumbres y tradiciones de su nuevo hogar. Incluso les cambiaron el nombre, aparentemente para animarlos a dejar sus tradiciones judías atrás y adoptar los modos de los babilonios (Daniel 1:6-7).
Con este contexto en mente, consideremos algunas situaciones en las que Daniel y sus amigos se rehusaron a rendirse ante las presiones y abandonar a Dios y sus instrucciones.
- Comida: una de las primeras decisiones que Daniel y sus amigos tomaron fue rehusarse a consumir la comida y el vino que les ofrecían (Daniel 1:8-16). Dijeron que no querían contaminarse. Al parecer, sus provisiones estaban conectadas con la idolatría de algún modo o eran prohibidas por la ley de Dios. Lo que les daban para comer y beber podría parecer irrelevante, pero ellos estaban decididos a no ceder ante la presión de conformarse a la dieta babilónica. Ser fieles en lo poco nos prepara para ser fieles en desafíos mayores (Lucas 16:10).
- Amenazas de muerte: el rey Nabucodonosor tuvo un sueño y demandó que los sabios le dijeran, primero, cuál había sido el sueño y luego lo interpretaran, o morirían. Las vidas de Daniel y sus tres amigos también estaban en juego (Daniel 2:1-13). Daniel pidió tiempo para responder, y les pidió a sus amigos que oraran con él para que Dios le revelara el secreto (vv. 16-18). La oración es una herramienta poderosa cuando enfrentamos pruebas; y en esta situación, Dios le reveló a Daniel el sueño y su significado (v. 19).
- El horno ardiente y el foso de los leones: las historias de cuando los amigos de Daniel fueron arrojados a un horno ardiente por no inclinarse a un ídolo, y cuando Daniel fue echado al foso de los leones por seguir orando a Dios, son pruebas legendarias de su lealtad. En lugar de ceder ante las presiones que amenazaban sus vidas, ellos escogieron mantener sus profundas convicciones para obedecer a Dios, sin importar las consecuencias (Daniel 3 y 6). ¡Y Dios los libró!
Las historias de estos hombres han inspirado a los cristianos de todas las épocas. Pero ¿cómo podemos tener esa clase de valentía para obedecer a Dios en la actualidad?
Cómo resistir
Dios les da a los cristianos muchas fuentes de fortaleza, especialmente su Espíritu Santo, del cual podemos valernos para resistir al mal.
Pablo les dijo a los hermanos en Roma: “el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13).
La esperanza es mucho más que una ilusión. Es una expectativa certera del cumplimiento de las promesas de Dios que nos ayuda a vivir de forma diferente a otras personas. Nuestra esperanza del Reino de Dios debería ser tan real que nos mantenga enfocados en obedecer a Dios en todo lo que hacemos. Es a través de nuestras obras, basadas en las instrucciones de Dios, que cumplimos la expectativa de Cristo de ser “la luz del mundo” (Mateo 5:14-16).
El Espíritu de Dios no es un “espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7); nos ayuda a hacer lo que Él espera de nosotros con valentía (1 Corintios 16:13).
La preparación de Cristo para enfrentar la tentación de Satanás en el desierto nos enseña dos formas más en las que podemos desarrollar y fortalecer nuestra determinación espiritual. Antes de enfrentarse con Satanás, Jesús ayunó (Mateo 4:2). El ayuno es una herramienta para humillarnos a nosotros mismos y fortalecernos espiritualmente. (Descubra más en nuestro artículo “Cómo debe ayunar un cristiano”.)
Luego, cuando Cristo tuvo que responder a las tentaciones de Satanás, note que lo hizo con referencias bíblicas (vv. 3-10). Nosotros también podemos estudiar las Escrituras para responder con firmeza a las tentaciones que enfrentamos. (Lea más en nuestro artículo “El significado de Mateo 4:4: “No sólo de pan vivirá el hombre”.)
¡Nunca nos rindamos ante Satanás y las presiones de este mundo!