De una manera u otra, todo el mundo anda en busca de la felicidad, a lo largo de toda la historia, en todos los lugares del mundo. ¿Por qué es tan difícil de encontrar? ¿Qué se necesita para ser feliz?

Primero que todo, ¿qué es la felicidad? Definamos lo que todas las personas que han vivido han buscado o, por lo menos, han deseado. Todos querían que sus vidas mejoraran al obtenerla —eso que llaman felicidad.
Existen muchas definiciones de felicidad. No obstante, después de tener en cuenta la información disponible, creo que se puede resumir de la siguiente manera (una definición un tanto engañosa):
La felicidad es estar contento con la vida.
Las personas que están conformes con su vida, no experimentan una sensación de vacío, sino de plenitud. Dicen, “Tengo suficiente. Estoy contento y satisfecho con lo que tengo y donde estoy. No necesito más, así estoy bien”.
Una definición simple y engañosa de la felicidad
¿La felicidad es estar contento con la vida? ¿De verdad? Algunos lectores pueden cuestionar e incluso rechazar esta definición de la felicidad. Puede parecer muy simple. Puede parecer incompleta.
Para algunos, incluso puede parecer peligrosa. ¿Acaso no podría esta definición de felicidad ser un motivo para justificar cosas malas —tales cómo el letargo, la pereza, el ascetismo destructivo, la pobreza voluntaria y el sufrimiento para uno mismo y para los que dependen de uno? ¿Y hasta el mal y la injusticia?
¿Podría quitarle validez al trabajo arduo, la diligencia, educación, la superación personal, creatividad, celo por una buena causa y oposición al mal y la opresión?
Entendida de una manera apropiada, esta definición de felicidad no implica nada de eso. De hecho, es un resumen de lo que Dios nos dice al respecto.
La felicidad en la Biblia
Esta definición —la felicidad es estar contento con la vida— dirige a la persona hacia la fuente de aquello con lo que debe estar contento. El resultado de esto es hacer que el Dios Creador —el Dios de la Biblia— entre al panorama.
Cuando se entiende a cabalidad, esta definición sirve para reconocer que Dios es la fuente de todo don bueno y perfecto. Significa estar contentos con Dios —con lo que Él nos provee.
La felicidad es confiar en la sabiduría y el amor de Dios lo suficiente para estar contentos con las bendiciones que Él quiere ofrecernos.
Cuando la felicidad se entiende de esta manera, el centro de la vida de todo creyente gira alrededor de su Creador y las bendiciones que Él decide dar. La felicidad es confiar en la sabiduría y el amor de Dios lo suficiente para estar contentos con las bendiciones que Él quiere ofrecernos.
¿Qué se necesita para ser feliz?
La verdadera felicidad consiste en estar contentos con Dios, quien es la fuente de la vida. Es estar conformes con Dios, en lugar de estar anhelando y deseando que Él fuera de otra manera de lo que es en realidad. Es estar satisfechos con Dios, en lugar de intentar crear otro dios, a nuestra imagen, más hacia lo que nosotros queremos. Es estar complacidos con Dios, en lugar de juzgarlo como si no fuera lo suficientemente bueno, sabio o poderoso.
La felicidad no es obtener cada vez más cosas como resultado de nuestros propios planes y anhelos. Su verdadera fuente no son el desarrollo o manipulación de las relaciones interpersonales. Su fuente no es la influencia o el poder sobre otras personas, o su aprecio u opiniones.
En lugar de esto, cuando se analiza a la luz de su definición, la felicidad tiene mucho que ver con el conocimiento y la confianza en el Dios Creador. Es conocerlo y confiar en Él, como Él es, como hace las cosas. Es estar satisfechos y agradecidos con Él y con lo que nos da.
¿Qué dice la Biblia acerca de la felicidad?
La felicidad es estar contentos con la vida —y eso incluye todos los dones que Dios nos da.
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17).
No existen dones buenos o perfectos que una persona reciba que no provengan del verdadero Dios Creador. Es posible que haya otros tipos de dones, pero todos los buenos y perfectos provienen de Dios. Estar satisfechos y conformes con esto es la esencia de la felicidad.
Teniendo en cuenta que Dios tiene un propósito más grande para las vidas de las personas que la mayoría de nosotros ni siquiera puede dimensionar, entonces nos da dones —buenos y perfectos— de toda índole. Algunos (pero no todos) de estos dones de Dios satisfacen las necesidades físicas inmediatas y los deseos de las personas y dan placer a sus sentidos.
Algunos de estos dones buenos y perfectos de Dios no dan placer a nuestros sentidos ni facilitan las circunstancias. Algunos de ellos se presentan como lo opuesto —Dios nos enfrenta a (o nos permite enfrentarnos a) circunstancias que plantean un desafío, incluso pueden ser poco placenteras.
Algunos de sus dones buenos y perfectos requieren que seamos fieles a Él y a sus normas en tanto que sobrellevamos las circunstancias difíciles y desafiantes. Implican que debemos confiar en Él para poder salir de estas en el momento que Él considere correcto.
Estos dones se conocen como pruebas. La felicidad incluye la habilidad de estar conformes y satisfechos con Dios, incluso cuando Él nos da el don de una prueba.
La Biblia tiene muchos ejemplos de personas que conocían y confiaban en el verdadero Dios y que respondieron a las pruebas de esa manera. Estos siervos de Dios alcanzaron la verdadera felicidad —la habilidad de estar contentos con la vida que Dios los había llamado a vivir— incluso con las pruebas que Él permitía que se presentaran. Esas pruebas los confrontaron y más adelante fortalecieron su confianza en la bondad, sabiduría y el cuidado de Dios por ellos —y la obra que Él estaba llevando a cabo en sus vidas para que lograran su propósito.
Felicidad, incluso durante las pruebas
El carácter del apóstol Pablo se desarrolló de esta manera como ejemplo para todos los hijos de Dios a lo largo de la historia. Enfrentó muchas pruebas durante su vida, incluso el sufrimiento, estando al servicio de Dios. Aun así, estaba conforme con su vida —era feliz. Aprendió esta verdad acerca de la felicidad. Comprendió en que se basaba.
“No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:11-13, énfasis añadido).
Él amó a Dios y confió en que Él le iba a dar lo que realmente necesitaba, incluyendo la fuerza para mantener ese amor y la confianza en los momentos de prueba. Su felicidad consistía en estar satisfecho con las decisiones que Dios tomaba para su vida.
La felicidad de Pablo no se basaba ni dependía de la cantidad de cosas materiales que poseía o la ausencia de circunstancias que lo incomodaran. Si Dios permitía que sólo tuviera las cosas más básicas para subsistir, eso era suficiente. Si Pablo se veía sometido a asaltos, pero Dios estaba con él durante el peligro, eso era suficiente. Pablo estaba contento con Dios y con la vida que Dios le estaba permitiendo llevar. Éste también era el caso con otros siervos de Dios cuyas historias están registradas en la Biblia.
Esto no significa que un hijo de Dios nunca se va a sentir desanimado, desconsolado o preocupado en algún momento. No quiere decir que no podamos sentirnos afligidos.
Por ejemplo, Pablo instruyó a los corintos a que consolaran a una persona que seguramente estaba desanimada después de haber recibido una corrección. “Así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza” (2 Corintios 2:7). Pablo también reconoció la necesidad de animar a todos aquellos que se encontraban afligidos por la muerte de algún ser querido o persona cercana: “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18).
Felicidad por la Biblia
“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición” (1 Timoteo 6:6-9).
La felicidad de Pablo tampoco estaba definida por la dependencia de la facilidad de las circunstancias ni por las relaciones con otras personas. Existía una lucha. La injusticia estaba presente.
A pesar de todo esto, Pablo estaba satisfecho con la vida. Esto era así porque él estaba conforme con Dios, quien era el que permitía que todas estas circunstancias surgieran y estaba con Pablo, ayudándolo a lo largo de todas esas batallas. Pablo estaba contento con la sabiduría de Dios, que sabía cuales eran las cosas que Pablo debía experimentar. Pablo estaba feliz de confiar en el poder de Dios para sobreponerse a todas las pruebas, dificultades y sufrimientos en la vida que había sido llamado a vivir.
“Me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:7-10, énfasis añadido).
Pablo estaba contento de confiar en la fortaleza de Dios en él, no en su propia fuerza.
Éste es el tipo de contentamiento (felicidad) que se describe en el libro de Hebreos. “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; 6 de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:5-6).
El apóstol Pedro escribió algo en el mismo contexto. Él, también, fue inspirado a enseñarles a los cristianos que la base de la verdadera felicidad se encuentra en el hecho de estar satisfechos con la sabiduría, el poder y cuidado de Dios.
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas” (1 Pedro 1:3-6, énfasis añadido).
Esto, especialmente las palabras que están en cursiva, es el lenguaje de una persona que está satisfecha y contenta con Dios por lo que es y hace. Ésta es una exhortación a estar contentos por confiar en el poder de Dios y superar cualquier prueba con fe.
La felicidad estaba en la base de las enseñanzas de Jesús
En estos ejemplos de los apóstoles Pablo y Pedro, vemos un reflejo de las palabras de Jesús en el Sermón del Monte. Las Bienaventuranzas de Mateo 5 se traducen usualmente utilizando la palabra bendecido, que a su vez se deriva de la palabra griega makarios.
“Bienaventurados [felices] los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).
“Bienaventurados [felices] los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).
Jesús enseñó que la felicidad era estar satisfechos con Dios —conocerlo, confiar en Él, obedecerlo e incluso sufrir por Él.
Estar conformes implica que nosotros también ponemos de nuestra parte. Analicemos estas palabras de Jesús: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados [felices] seréis si las hiciereis” (Juan 13:17).
“Bienaventurados [felices] los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6).
“Bienaventurados [felices] los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).
“Bienaventurados [felices] los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos…” (Mateo 5:10-12).
Jesús repitió esta enseñanza a sus discípulos al final de su vida física. Los exhortó a confiar y contentarse con el cuidado que Dios tenía de ellos. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí... Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 14:1; 16:33, énfasis añadido).
Cuando fueron fortalecidos por el Espíritu Santo, estos mismos discípulos manifestaron esta satisfacción con Dios. La demostraban incluso cuando Él les permitía sufrir, dándoles el “don” de la oportunidad de ser testigos obedientes de Él. Esta felicidad estaba en la vida de los apóstoles, y ellos exhortaban a otros cristianos a tenerla también en sus vidas.
“Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” (Hechos 5:40-41, énfasis añadido).
“Y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, más para vosotros de salvación; y esto de Dios. Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él” (Filipenses 1:28-29).
Felicidad y satisfacción para siempre
¿Qué nos enseña la Biblia acerca de la felicidad? Es un concepto sencillo. Aprendemos que equivale a conocer y estar satisfecho con el verdadero Dios Creador. Es aceptarlo, confiar en Él y amarlo tal como es. Es estar contentos con su plan y propósito para nuestras vidas. Es estar contentos de someternos a su propósito, su obra y su liderazgo.
Es estar contentos de confiar en su poder y cuidado para nosotros. Es estar contentos con sus dones buenos y perfectos, en cualquier forma que se manifiesten. Ese contentamiento con Dios nos lleva a obedecerle y servirle en todas las circunstancias. Es la única felicidad verdadera que puede experimentar un ser humano.
Aquellos que experimentan gozo y felicidad según Dios en este mundo temporal que está bajo el dominio de Satanás (1 Juan 5:19) serán guiados en la era en que el dolor y el sufrimiento serán eliminados (Apocalipsis 21:4).
Dios tiene abundantes y maravillosas bendiciones para todos aquellos que resistan los desafíos de este mundo. Al mirar hacia atrás, nos daremos cuenta que ninguno de estos problemas se compara con lo que Dios ha planeado para los hijos que ama.
Como escribió el apóstol Pablo: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).
Entonces, tal como lo mencionó el rey David, “Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre” (Salmos 16:11).
Si usted desea aprender acerca de este tema, lo invitamos a leer nuestros artículos “Cómo ser feliz” y “Cómo tener éxito”.