Dios dijo que su creación era muy buena. ¿Cómo evaluaría Él nuestra administración de lo que nos ha confiado? ¿Cuál es el equilibrio adecuado para cuidar de su creación? ¿Por qué?

Foto: stock.adobe.com
Si Dios le diera a usted un auto nuevo, hermoso, ¿cómo lo trataría?
Esperamos que usted no lo choque o lo inscriba a un evento de demolición.
Pero usted tampoco lo dejaría guardado sin usarlo nunca, ¿verdad?
¿Podría este ejemplo moderno ayudarnos a ver que debemos cuidar la creación de Dios?
La creación de Dios es muy buena
Seis veces en Génesis 1 se nos dice que Dios vio lo que había hecho y era bueno (Génesis 1:4,10,12,18,21,25).
“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (v. 31, énfasis añadido).
De hecho, su creación prueba que Él existe e incluso revela algunas de sus cualidades invisibles.
“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).
En este pasaje el apóstol Pablo dice claramente que Dios quiere que lo reconozcamos a como la fuente de la creación y estemos agradecidos por ello (v. 21). Señala la insensatez de adorar a las criaturas (o la creación) en lugar de al Creador (v. 25).
Él condenó a las mentes corruptas que los llevaron a abandonarse a las relaciones sexuales naturales y a adoptar la violencia, la avaricia y la invención de nuevas formas de maldad (vv. 26-30).
Su descripción del primer siglo del mundo romano tiene una gran semejanza con nuestro mundo materialista moderno.
Dios no quiere que nosotros adoremos la Tierra pero tampoco quiere que la destruyamos (Apocalipsis 11:18). Entonces, ¿qué quiere Él?
Cómo Dios cuida de su creación
Nosotros podemos aprender muchísimo leyendo acerca de cómo cuida Dios su creación y también obedeciendo las leyes que Él nos ha dado en la Biblia.
El Salmo 104 describe un maravilloso retrato de cómo el Creador cuida su creación. Dios diseñó la Tierra y todos los sistemas interconectados que continuamente respaldan la flora y la fauna que Él creó.
“Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos; van entre los montes; dan de beber a todas las bestias del campo; mitigan su sed los asnos monteses. A sus orillas habitan las aves de los cielos; cantan entre las ramas. Él riega los montes desde sus aposentos; del fruto de sus obras se sacia la tierra” (Salmos 104:10-13).
Veamos también cómo Jesucristo describió el amoroso cuidado que Dios les da a las aves y las flores —y su amor aún mayor, por su creación humana.
“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?... Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos” (Mateo 6:26, 28-29).
Entonces, Dios, quen riega y viste las flores y no se olvida de los pequeños gorrioncillos (Lucas 12:6) está muy al tanto de aquellos que comparten su preocupación por la creación y también de aquellos que abusan de ella y la destruyen.
Dios nos ordena cuidar su creación
Con frecuencia los mandamientos de Dios han sido mal comprendidos. Lo que Dios dijo en Génesis 1 y 2 ha sido malinterpretado o interpretado desde una perspectiva humana como si les hubiera dado permiso a los seres humanos para explotar y abusar de la Tierra sin tener en cuenta factores tales como la polución o la sustentabilidad. Pero veremos que Dios nunca dio a la humanidad permiso para destruir la Tierra.
Veamos algunas instrucciones que Dios les dio a Adán y Eva y a todos nosotros sus descendientes.
Después de decir que nos había creado a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27), Él dijo:
- Llenad la Tierra, y sojuzgadla (v. 28): Dios diseñó la Tierra para habitación humana y, si es cuidada adecuadamente, puede abastecer a una gran población. Él no pretendía que tuviéramos los problemas de sobrepoblación y lo que pasa en los centros urbanos, pero tampoco pretendía algo semejante a una política de un solo hijo con todas sus consecuencias tan dañinas.
- Tener dominio (v. 28): Los seres humanos son la creación más importante porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios y por lo tanto somos la criatura mayor. Debemos aprender a guiar y a servir como Dios guía y sirve. Él no es egoísta, sino amoroso. Conduce y sirve para el beneficio de aquellos sobre los cuales tiene dominio.
Jesucristo describió ambos estilos de liderazgo en Mateo 20:25-28:
“Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
El dominio que Dios pretendía no destruye, sino que es verdaderamente benéfico.
En adición a todos los animales, Dios también bendijo al hombre con la tierra, el agua, la agricultura y los minerales (Deuteronomio 8:6-10). Debemos aprender a hacer un uso responsable de los recursos naturales de la Tierra.
- Atenderla y conservarla (Génesis 2:15. Dios nos dio un trabajo que debíamos hacer: el de cultivar, mantener y estar atento a todo lo que sucedía a nuestro alrededor. Nuestros esfuerzos productivos no solamente deben proveer para nuestras necesidades sino que también deben preservar la creación que Dios nos ha confiado.
La humanidad parece gravitar en los extremos. Algunos parecen venerar la Tierra y consideran la humanidad como una plaga de la que el planeta estaría mejor sin ella. Otros parecen creer que, por mucho que la explotemos, se recuperará y podremos solucionar el daño que le causemos.
Dios no aprueba ninguno de esos extremos. Él nos enseña a ser administradores de su creación. Debemos utilizar la Tierra tal como Él nos la ha prestado —sin abusar de ella.
La creación es algo temporal
La vida física es temporal. El universo físico en sí mismo es temporal, Dios lo diseñó de esa manera y todo es parte de su plan definitivo.
Nuestros cuerpos y nuestro medio ambiente son productos del genio creativo de Dios, pero no se pretende que sean permanentes. Incluso si tenemos éxito en alargar nuestro tiempo de vida y preservar nuestro planeta, ellos eventualmente tendrán un final.
Dios quiere que entendamos que esta vida —este universo— no es todo lo que hay. Debemos cuidar de nuestro cuerpo físico y mantener nuestras posesiones materiales, pero entendiendo que todo eso es fugaz.
En Romanos 8 Pablo personifica a la creación como algo que está sufriendo y en decadencia, pero está anticipando lo que sigue en el plan de Dios. “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (v. 22).
La creación está esperando ansiosamente el nacimiento de los hijos de Dios (v. 19). Los seres humanos convertidos, creados a la imagen de Dios llegarán a ser totalmente como Él, como hijos de Dios para siempre.
Lo que aprendemos al cuidar la creación de Dios es algo eterno
Algunas de las enseñanzas más memorables de Jesús tuvieron que ver con la importancia de cuidar aquello que Dios nos ha confiado.
En su parábola de los talentos, por ejemplo, los siervos que fueron fieles y productivos recibieron la alabanza que a todos nos gustaría oír.
“Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23).
Al cuidar la parte de la creación de Dios que está bajo nuestra esfera o influencia, estamos aprendiendo a ser fieles, a ser siervos o administradores fieles y sabios de todo aquello que nos será confiado por toda la eternidad.
¿Qué tiene Dios en mente que heredemos?
¿Qué podemos decir de “todas las cosas” (Salmos 8:6, Romanos 8:32, Apocalipsis 21:7)? Dios creó todas las cosas, tanto las físicas como las espirituales (Colosenses 1:16) y Él quiere compartirlas con todos nosotros.
Nuestro amoroso Dios quiere que nosotros nos convirtamos en sus hijos “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:17; si desea profundizar en este tema, lo invitamos a consultar el artículo en línea “Coherederos con Cristo”).
Al mismo tiempo, a medida que nos esforzamos por ser más parecidos a Jesucristo y ser fieles administradores de todo aquello con lo que Dios nos ha bendecido, esperamos un futuro maravilloso. Después de que Jesucristo regrese a la Tierra para rescatar la humanidad, Él traerá “los tiempos de la restauración de todas las cosas” (Hechos 3:19-21).
Nuestro planeta, que ahora se lamenta por el egoísmo de la humanidad y las decisiones destructivas, espera con ansias esos momentos refrescantes (v. 19). La Tierra nuevamente experimentará la belleza y la armonía del huerto del Edén y las personas aprenderán a cuidar la creación de Dios. Será el comienzo de una eternidad más allá de los sueños más increíbles que hayamos tenido.
¿Es demasiado bueno para ser verdad? Lo invitamos a consultar nuestro folleto El mundo que vendrá: ¿cómo será?” si desea enterarse de las promesas de Dios.